Transferencia

Transferencia
*Auspiciada por la Universidad Nacional de Santiago del Estero, por Resolución Nº 728 CUDAP:EXPE-MGE:0004039/2011. A partir del 6 de Septiembre del 2011.

*Declarada de Interés Académico por el Honorable Consejo Directivo de la Facultad de Humanidades, Ciencias Sociales y de la Salud de la Universidad Nacional de Santiago del Estero, por contribuir al desarrollo de la producción cultural de la provincia. (Resolución CD FHCSyS Nº 143/2011), a partir del 23 de Agosto del 2011.

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Declarada
de Interés Educativo por el Instituto de Acción Cooperativa (Art. 1º; Resolución 406/2008 - Santiago del Estero, 18 de Julio de 2008), teniendo en cuenta la importancia que representa para el acervo cultural la difusión de conceptos y pensamientos del Psicoanálisis en la Cultura.

Revista PARLÊTRE // N°10



EDITORIAL


Cuando en noviembre del año 2007 salió publicado el primer número de esta revista, tomamos varios riesgos. Entre ellos, la elección del nombre. No sabíamos si un neologismo francés podría ser admitido en una sociedad extremadamente defensora de sus tradiciones y de sus costumbres.
Sin embargo, el afán por introducir “lo nuevo” se abrió camino y hoy, a seis años de aquel verdadero suceso de fundación, sabemos que Parlêtre ha encontrado su lugar en la ciudad y ha afianzado su cometido.
Nuestra revista, lleva por nombre un neologismo francés. Compuesto e inventado por Jacques Lacan, la expresión encierra y señala, la importancia de un acontecimiento del cuerpo experimentado cuando cada ser viviente se enlaza con el mundo simbólico que lo envuelve.
Así es que para el psicoanálisis, somos tocados por la lengua, siempre. De un modo u otro, sutil o fuertemente. Y lo grandioso de este encuentro inevitable, es que lleva en sí una misiva sin destino. Nadie sabe qué hará cada “ser hablante” con esa marca inédita sentida en el propio cuerpo. Es la oportunidad creadora, el futuro a trazar. El horizonte que aun no conocemos.
Ahora, dado que no hay traducción posible para un neologismo; “Parlêtre” aparece así como el símbolo de un imposible de traducción dentro de la cultura santiagueña. Sin embargo su resonancia hace vibrar a las “palabras” y a las “letras”, como una invocación a la escritura, como un llamado de los dichos a los escritos; como un modo más, de trabajar con la palabra.
Es cierto, somos nominados con un vocablo extranjero, pero ¿quién no lo es? Somos, si me permiten, una palabra inventada.
Ésta es Parlêtre. Una revista que nació en Santiago del Estero pero que no por eso es autóctona. Llama a otras voces. Y anhela una escritura diferente.



Adriana C. Congiu de Flaja



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¡Yo besé los labios que te besaron!”

A través del presente trabajo intentaré explicar la lógica de la histeria a través de un fragmento del comic canadiense “Scott Pilgrim”.
Scott Pilgrim es el protagonista de la historia. Es novio de Ramona Flowers. Knives Chau es una joven que tuvo una relación muy corta con el protagonista. Envy Adams es la ex novia de Scott. Es cantante y líder de la banda “The Clash at Demonhead”.
En la escena están todos ellos en el camarín de la banda junto con algunos amigos. Scott y sus amigos fueron invitados a entrar después del concierto. Hay cierta tension entre Scott, Envy y Ramona. De un momento a otro Knives arroja sobre Envy la siguente frase: 
¡Yo besé los labios que te besaron!”

Envy puede traducirse del inglés como envidia. Su verdadero nombre es Natalie V. Adams. Cuando comienza a ser famosa se hace llamar por las iniciales de sus dos nombres, N. V, que al pronunciarse juntos se obtiene el sonido de la palabra Envy.

Knives es admiradora de Envy. Tiene sus discos, sus posters, las revistas en las que sale, sigue su blog. Para ella representa la otra mujer, un elemento distintivo de la histeria. La otra mujer que supone que es el objeto de deseo y admiración del hombre.
La histérica se pregunta “¿qué es ser una mujer?”. Sus interrogantes giran en torno a la sexualidad. Ella no tiene la respuesta. Supone que la otra sabe de los misterios de la feminidad.

Un elemento distintivo de la histeria es la eterna insatisfacción. Nada le viene bien. La histérica quiere lo que no tiene y cuando lo tiene no lo quiere. Mientras que no sabe lo que quiere, lo que sí sabe bien es que hay una distancia entre lo que demanda y lo que desea. Hay un más allá que desea, que no se puede reducir a la demanda. La Bella Carnicera quería caviar, pero deseaba precisamente que su marido se lo niegue. El deseo solo es posible en la medida de que le es rehusado al sujeto. La histérica se las ingenia para garantizarse esa insatisfacción.

Mientras que la histérica desea lo que no tiene, intuye que la otra lo tiene. En su fantasía, cree que la pasa mejor que ella. Hay una creencia popular anglosajona que aparece en muchas películas que dice que las rubias se divierten más, que obedece a esta lógica. Envy lo tiene todo. Talento, belleza, fama. A su cumpleaños fue David Bowie. Tiene todo eso, incluso todas las respuestas, como cree Knives, que le produce envidia y admiración. Encarna la respuesta a su pregunta por la feminidad

Para Knives son dos las mujeres que funcionan como la otra. Está también Ramona, la que verdaderamente es la privadora., es la que verdaderamente goza del órgano. Scott terminó la relación con Knives para salir con Ramona.
Es fundamental en la histeria que haya una otra que la prive del goce. La histérica justamente goza de esta privación

Para Dora, el verdadero objeto de deseo era la Sra. K, como privadora, y no el Sr. K como pensó en un principio Freud.
El goce está encarnado por el señor K, que es el portador del órgano, mientras que su padre es el hombre del deseo. Le falta algo, está castrado, es deseante. A la vez está idealizado, muerto Es un “excombatiente” como dice Mónica Torres.

En capítulos anteriores se muestra el interés que tiene Knives por Ramona. La sigue, la espía. Trata de imitar su look, se tiñó de rojo parte de su cabello. Quiere ser ella.

Sin embargo, en la escena del camarín, Ramona no tiene tanto peso como Envy. Momentos antes fue una diosa en el escenario. Scott está extasiado por ella y a la vez incómodo. Knives lo sabe. Envy gozó de alguna forma que Knives no pudo.

Están presentes en la escena el objeto deseable y el sujeto deseante. La frase “Yo besé los labios que te besaron” pronunciada por Knives puede leerse como “Yo te besé a través de los labios que te besaron” que a la vez puede leerse como “yo fui quien te besó”. Knives se identifica con Scott. También puede leerse “yo fui besada por Scott como te besó a ti”, en el que denota que Knives se identifica con Envy.

En la histeria la mujer se identifica al hombre como sujeto deseante y a la mujer, como objeto deseable. Esto recuerda a la observación que hizo Freud sobre el ataque histérico, en el que la enferma intenta con una mano arrancarse la ropa, como si fuera un hombre, con la otra lo impide, como un mujer.

Otra característica de la histeria es el rechazo del cuerpo, rechazo de la organización orgánica como es enseñada por la ciencia.
La histérica se revela ante el amo que trata de ordenar al cuerpo se forma natural. Muestra cortes en el cuerpo que contradicen al saber médico. En la época de Freud las histéricas padecían de parálisis o anestesias que no coincidían con la organización anatomo-fisiológica: se extendían como un guante, como una media, etc. En nuestra época esto puede tomar otra forma.: la queja constante de la enferma sobre lo que dicen los médicos sobre lo que padece.
Hay otra forma de recorte. El maquillaje. Los accesorios. La ropa. Estos elementos organizan de un modo particular el cuerpo, mostrando algunas partes, ocultando otras.

La histérica se cree diferente al resto, se queja constantemente de no pertenecer a ningún ámbito, ninguna clase. No tiene lugar en el Otro. A pesar de esta queja constante, ella disfruta de alguna forma de esta inclasificación, de esta no-pertenencia. Le gusta ser una excepción, especial. Una princesa. El cisne que antes era un patito feo.
Esta es otra función de la ropa y el interés por su exclusividad, por la marca de diseñador. La otra, la modelo, la cantante la usa. La histérica busca esa combinación de prendas que la hará única. Muchas publicidades incitan a ser la envidia de otras si se usan sus productos. Todos saben de la catástrofe que es para una mujer que dos mujeres vayan con el mismo vestido.

Envy tiene su propio diseñador. Es la envidia.

Marcelo Ramírez

J. Lacan: Cap XX. El sueño de la bella carnicera. El Seminario libro 5: Las formaciones del inconsciente. Editorial Paidos.
Torres M: Cap V: el goce de la privación. Clínica de las neurosis. Cuadernos del instituto Clínico de Buenos Aires. 10
J. A. Miller: El otro en la histeria y la Obsesión. Dos dimensiones clínicas Síntoma y fantasma. Ed. Mannantial.
Lucien Israel. El goce de la histérica.. Versión electrónica de www.philosophia.cl




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De necesidad, demanda y deseo

Laura Trungelliti*

Todavía no eres para mí más que un niño parecido a otros cien mil niños. Y no te necesito. Y tú tampoco me necesitas. No soy para ti más que un zorro parecido a otros cien mil zorros. Pero, si me domesticas, tendremos necesidad uno del otro. Tú serás para mí único en el mundo. Yo seré para ti único en el mundo...”
(El Principito- Saint-Exupery)

Este trabajo tiene por objetivo, a partir del recorrido por los momentos del proceso de constitución subjetiva, puntualizar en la posibilidad o no, del grito del niño, de convertirse en un llamado al Otro.
Partiremos para esto de lo que Freud describe bajo el nombre de “primera vivencia de satisfacción”, experiencia originada a partir de una necesidad fisiológica, que al ser colmada por la aparición del cuidador produce la asociación entre la excitación producida por la necesidad y la satisfacción generada. De tal manera que cuando sobrevenga la necesidad se producirá un investimento de la imagen mnémica en busca de producir nuevamente la percepción de la misma.
Podemos esquematizar así cómo, a partir de una acción específica del cuidador se cancela el displacer generado por el aumento de excitación; y ante la nueva emergencia de tal displacer, el niño espera la aparición apaciguadora de aquel otro.
Esto nos introduce en la diferenciación hecha por Lacan entre necesidad, deseo y demanda. Demanda constituida a partir de la de-codificación que hace la madre del llanto del niño por la emergencia en él de una necesidad. La respuesta de la madre a esto constituye este llanto como una demanda; como tal nunca puede ser completamente colmada, dejando así un resto que atañe a la diferencia entre la satisfacción obtenida y la anhelada; denominada deseo.
Es a partir de la forma como se presente esta interrelación entre el niño y el Otro primordial que, el grito que lanza el infante frente a la emergencia de la necesidad pueda mutar a un llamado. Miller, nos dice “el llamado supone al Otro” 1; para que se constituya esta diferencia entre una secreción orgánica y el llamado es que el primero tiene que ser significado por el Otro. En ese grito se debe suponer un sujeto, suposición que se evidencia en la respuesta o en la no respuesta del Otro primordial. Inmensidad de ocasiones escuchamos a madres responder al llanto del niño, otorgándole significaciones de hambre, sueño, dolor…Esto puede hacerse, cuando existe la suposición de que, quien grita es un sujeto, sumergiéndolo así en un baño de significantes.
Ricardo Rodulfo califica esta experiencia de satisfacción como un acontecimiento que marca un antes y un después. Un antes pleno de necesidades corporales que, en ese después, pueden ser subjetivadas. Apertura del psiquismo que se constituye a partir de la huella que ha quedado, huella psíquica de una satisfacción primordial que genera un borde a lo plenamente corporal que antecedía.
Esta satisfacción originaria otorga un sentido, una dirección a la actividad psíquica en tanto busca la restitución de tal satisfacción perdida. Se inicia a partir de ella, la “moción del desear”2 como movimiento que busca restituir la satisfacción, otorgando por lo tanto cierta direccionalidad al aparato psíquico.
En la dimensión de íntersubjetividad que se comienza a constituir en este proceso se observa una no-igualdad entre quien emite el mensaje y quien lo recibe; siendo de esta recepción de quien depende, no sólo el mensaje, sino su acogida. Es la respuesta o no del Otro la que habilita la mutación del grito en un llamado.
En la respuesta se instaura una insignia en tanto porción tomada de la realidad que funciona como significante de la respuesta del Otro. Lacan llama insignia a las “marcas de la respuesta” del Otro, marca en tanto arraigo a la realidad que conlleva, que permiten la representación significante del sujeto.
Vemos hasta aquí como la respuesta del Otro, en el momento de significar al grito como un llamado, genera la emergencia de un sujeto en ese llamado. Lacan traduce este proceso de la siguiente forma: el grito del niño suscita un significante del Otro (S2) que hace de ese grito un llamado (S1). El S1 se constituye entonces retroactivamente a partir de la respuesta del Otro, que lo constituye como tal (como significante unario), como significante del sujeto.
Pero, ¿cómo se constituye el Otro como tal? Miller nos señala que “no hay una dirección única que solo conduce a la emergencia del sujeto”3, sino que también esta en juego el nacimiento del Otro en ese espacio de resonancia que se abre con el grito. Lacan nos dice que “el sujeto manipula al Otro” esto es que hace nacer en ese otro a un Otro, le otorga tal cualidad. Quedando así la omnipotencia de la respuesta del Otro en relación a la manipulación que hace de él el sujeto y a partir de la que obtiene un efecto de identificación.

Miller distingue dos identificaciones: identificación constituyente e identificación constituida; situando a la identificación constituyente en S2 y a la identificación constituida en S1, como efecto derivado del Otro.

Es a partir de este interjuego como la necesidad originaria es “apresada en la red significante como sentido del Otro, que traduce la incidencia de lo simbólico sobre lo real”1.
Retomaré aquí una pregunta de Rodulfo: ¿Qué pasa cuando la vivencia de satisfacción fracasa? El autor propone utilizar para esto el término des-satisfacción o satisfacción negativa. Estos términos para diferenciarlos de la insatisfacción, porque si aparece la insatisfacción no es que fracase la vivencia de satisfacción, ya que la satisfacción implica lógicamente la insatisfacción. Por lo que la desatisfacción seria algo diferente, que vendría a consecuencia del no-acuse de recibo del Otro.
El autor trae a colación ejemplos clínicos en que remiten a esta vivencia
de desatisfacción, entre ellos el de niños con diagnostico de autismo. En ellos observa una “vivencia de anonadamiento” ante el terror del encuentro con el Otro desarrolla un repliegue defensivo; no hay nada del orden de la satisfacción que pueda esperar de ese encuentro; sino aniquilamiento, ser reducido a la nada (de ahí el anonadamiento). Estela Solano se refiere a “los niños del uno solo” haciendo patente que la imposibilidad de acceso a la demanda en estos niños no ha permitido que sean representados por un significante; la significación otorgada aprés-cuop por la respuesta del Otro que ingresa al sujeto en la cadena significante (S1, S 2 …) no ha tenido existencia. Por lo que la estructura del lenguaje es la de la holofrase; pegoteo de significantes que no da lugar a la representación del sujeto por un significante. Si el significante es definido por el intervalo que lo separa de otro significante, el pegoteo de la holofrase en este caso lo impide. El Otro no admite la elisión necesaria para la transformación del grito en llamado, elisión que haría posible el alojamiento del sujeto en ese intervalo.
Siguiendo esta lógica de pensamiento, Estela Solano plantea “…si el Otro no escucha, el autismo del Otro introduce en el niño la dimensión de la psicosis”2. Psicosis en que la identificación es al ser, a la realización de objeto de goce. Diferente a la elección de existencia que conlleva la suspensión del “yo soy” de goce y la posibilidad del decir.
Queda reflejada entonces la importancia y la complejidad de este momento en el proceso de constitución subjetiva; así como también su implicancia en el quehacer clínico.

*Laura Trungelliti. Psicóloga. Miembro del Grupo de Estudios psicoanalíticos de Santiago del Estero.

1 Miller, J. A.; “Los Signos del Goce”. Clase VII; pág. Nº 110 (Buenos Aires; Edit: Paidos)
2 Rodulfo, R. ; “La vivencia de satisfacción y sus patologías”; pág. Nº 78.
3 Op cit; pág Nº 113
4 Tendlarz, S.; “La Constitución del Sujeto” en “De qué sufren los niños. Capitulo II; pág. Nº 37 (Buenos Aires, 2.004; Edit: El Lugar)
5. Solano, E; Los niños del uno solo; El Analiticón 1 (1.986) pág: 57.




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La prehistoria de un niño

En Barcelona se ha destacado entre los movimientos migratorios de los últimos años, la llegada de niños africanos, chinos y rusos, entre otros, a través de procedimientos de adopción internacional
Los padres de un niño de 6 años consultan ha pedido del colegio por “hiperactividad”, la derivación es un pedido de urgencia ya que, afirman que en la escuela la profesora no soporta al niño.
De origen africano; ha sido adoptado cuando tenía un año.
Por su maestra, sabemos que es un niño inquieto, tenso y, sobre todo, desconcertante: “no se sabe que es capaz de hacer”.
Los padres explican que tiene muchos tics y le observan nervioso y tenso cuando duerme.
El dice estar sólo y sin amigos, lo que interpreta que es debido a que “es marrón” y ”el único marrón en todo el colegio”.
Es un niño angustiado; lo que devuelvo a los padres, proponiéndome después de algunas entrevistas decirles mi orientación.

Sesiones con el niño

En las primeras sesiones hemos tenido que atravesar momentos de tensión y agresividad en los cuales el niño parecía derivar hacia el rechazo. Venía con aparente interés, sin embargo en el despacho era un continuo andar tenso, a veces de manera provocativa logrando mi intervención para detenerle en alguna acción que implicaría un riesgo.
Entre las pocas cosas coherentes de las que habla al comienzo, dice que de mayor sería antropólogo y que le interesa la prehistoria, en particular, la suya propia; quiere saber sobre sus orígenes
El lenguaje no llega a tener la dimensión de un discurso ya que dice cosas sueltas sin implicación subjetiva: caen fuera de él y es como si no le atravesaran las palabras.
Él obtenía de sus padres explicaciones: “verdades objetivas” que tenían ellos mismos como exigencia legal y ética.
En el despacho llaman la atención afectos diferentes en el niño: hay días en los cuales llega a sesión muy angustiado, como sorprendido, aparentemente muy lúcido y comenta por ejemplo: “mi madre adoptiva dice que mi madre biológica puede haber muerto”, otra vez dice “yo no conozco a nadie que sus padres lo hayan abandonado como a mí”, “mi maestra no me quiere” o, “mis amigos no quieren jugar conmigo”.
Luego; hay otros momentos en los cuales está tenso, repite frases agresivas. A veces leer lo tranquiliza: le interesan las enciclopedias y las revistas de comics.

Mi experiencia

En la reflexión sobre la situación: pensé en la inercia - que parecía irreversible - del niño hacia el rechazo, a hacerse rechazar. Me propuse sostener un espacio, en el cual pudiera surgir un horizonte diferente al que tenía de manera inminente, ya que en la escuela iban a expulsarle. Le ofrecí un tiempo, no sin por otro lado intervenir con los padres, orientando y escuchando en momentos de angustia. La intención de presentar este trabajo tiene que ver con la soledad del niño, significante que resuena también en mi como analista frente a la situación de contrariar la inercia del niño, en un contexto social adverso (el rechazo en la escuela) y sosteniendo la posibilidad de una salida por el recurso a la palabra. La orientación que diera a los padres podía ser decisiva.
Apremiaba la búsqueda de una estrategia que permitiera salir con el niño de esa situación de presión social y ofrecerle un tiempo para su trabajo en sesiones.
He tomado este caso y me he tomado en la enunciación cuando refiero a la soledad para intentar articular la soledad como analista en relación a la clínica, en la cual la situación empuja a una decisión articulada con la elaboración que se puede hacer en relación a puntos cruciales.

Un día al llegar a sesión el niño dice: “Norma todos tenemos un tátara, tátara, tátara…..”, a lo cual le digo: ¡´un abuelo`!, y responde: “mi abuelo prehistórico es africano”, agrego: “bueno también habrá un abuelo catalán, porque tu hablas catalán”, y contesta: “¡un abuelo castellano: mi padre es castellano!”. Es elocuente la expresión del niño, encontró algo con lo cual partía de la sesión ese día.
Ha sido el surgimiento de algo nuevo como una chispa, y a lo cual el niño da su consentimiento; se trata de un elemento imprevisible que le abrirá el camino hacia la construcción de una genealogía.
Una interpretación que brota de la soledad, como no respuesta no hay un código de actuación clínica para cada caso que nos permita saber con precisión por donde avanzar o en qué momento intervenir.

Una llamada telefónica de la madre me pone al tanto del interés que causó en el niño esta intervención; la implicación de los padres se hace manifiesta: tanto en el cuestionamiento sobre cómo tratar el tema del origen del niño y qué pueden explicarle, como también en lo que se moviliza de ellos mismos.
En una cena familiar el niño pregunta a su madre: “¿a quien te parecerás tú cuando seas mayor?”, la madre responde “a mi madre” y dirigiéndose al padre pregunta “¿y yo papá a quien me pareceré?”, el padre responde “a mi”, episodio en el que destacan la emotividad y el entusiasmo en la expresión de pertenencia y pertinencia del niño. Esta conversación señala un con-sentimiento paterno filial.
Ha habido un cambio de colegio y, en el nuevo, los avatares continúan. Sin embargo, al participar en un concurso de literatura gana el primer premio con un cuento que titula: “El niño libro”. En el relato el protagonista explica cuentos a sus amigos mayores, y en el mismo texto explica la historia de un gallo que andando por el mundo encuentra el valor que le permitiría enfrentarse a los miedos.
Así el niño, como el gallo del cuento en el relato, tendrá el valor que lo protege del Otro: él logra con sus cuentos tener amigos. Agrega al final del relato que el protagonista, cuando sea mayor, no será un cuenta cuentos, sino un gran escritor, haciendo con ello felices a niñas y niños del mundo.
Así, el niño encontró, a través del protagonista, una manera de hacer lazos. Si bien no se pregunta qué quiere el otro, contando cuentos y con sus escritos se defiende de la angustia que le provoca el encuentro con el Otro.


*Norma Lafuente 
es de Barcelona. Miembro de la AMP.-ELP- Catalunya
norma.lafuente@gmail.com


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Cuando lo inadmisible irrumpe.
Alejandra Eidelberg*


Al igual que lo fantástico, los cronopios no se dejan definir. Están ahí, y, y hay que tener cuidado con ellos porque en el mismo minuto en que uno se va a sentar ya ellos te han quitado la silla […].
J. Cortázar, “El sentimiento de lo fantástico”




En todos los campos o áreas de la cultura sucede que, en determinadas circunstancias, surgen formas nuevas que quiebran las aceptadas hasta ese momento. En el campo de la literatura, el género o modo fantástico es una de estas formas emergentes, pues produjo –como lo señaló Mijail Bajtin (Jackson 1986: 32)– una conmoción en las reglas consensuadas de la novela realista. Su efecto subversivo –que siempre le interesó al psicoanálisis por su relación con el registro de lo real– se debe a la introducción irruptiva de lo inadmisible en la legalidad de lo cotidiano, para conmoverla, cuestionarla y hacerla vacilar. Esta irrupción afectó varios planos de la producción literaria: la temática, la configuración del protagonista, del narrador y del lector y hasta las reglas mismas de escritura.
Ernst T.A. Hoffmann (1776-1822) fue un escritor que cultivó este género. Sus relatos inspiraron a Sigmund Freud y a Jacques Lacan, quienes se sirvieron de ellos para elaborar sus conceptos sobre lo siniestro y la angustia, respectivamente. Desde este marco, el presente trabajo se centrará sobre la contingencia de lo inadmisible y para ello se ha recurrido, como material de análisis, a dos cuentos fantásticos de escritores argentinos del siglo XX (“La soga” de Silvina Ocampo1 y “No se culpe a nadie” de Julio Cortázar2), y también a una brevísima historia, casi un haiku, del siglo IV A.C. (“Sueños de una mariposa” de Chuang Tzu3).

La legalidad cuestionada
Cuando un cuento se inscribe como fantástico en el campo literario, exige, para ser abordado, un consenso sobre qué se entiende por este género.
Según Julio Cortázar, no es una tarea fácil definirlo, ya que justamente es lo que escapa a toda definición, lo que el sistema de la lengua no puede atrapar. Pero este escritor lo intenta, precisando la experiencia de lo fantástico como lo que irrumpe en los intersticios de la lógica por fuera de toda explicación racional, quebrando total o parcialmente las leyes habituales del mundo cotidiano y generando una profunda inquietud y extrañamiento, pues su efecto es el súbito borramiento de los límites precisos entre lo real y lo irreal (Cortázar 1994). Se jaquea así lo verosímil del mundo construido al haber sido puestas en cuestión las leyes que lo hacen creíble.
Según Rosemary Jackson –quien sigue y profundiza los lineamientos de Tzvetan Todorov en este tema– el género fantasy se sirve de la ficción realista, pero para romperla; se interesa en las categorías limitadoras, pero para disolverlas (Jackson 1986: 45). Así, sus escritores representativos logran incluir la perturbación en el campo mismo de la realidad, pues alteran su sentido común y tranquilizante y ponen en cuestión las categorías clásicas de verdad inequívoca, saber absoluto y representatividad del lenguaje.
No es casual que tanto Freud como Lacan se hayan basado sobre la literatura fantástica para elaborar en el campo psicoanalítico los conceptos de lo ominoso (Freud 1979) y la angustia (Lacan 2006). Nos referiremos especialmente al texto “Das Unheimliche” (lo ominoso o siniestro), equivalente a los efectos de desasosiego que esta literatura produce. Para trabajar el concepto de lo Unheimlich, Freud se basó especialmente en dos cuentos de Hoffmann: “El hombre de arena” y “Los elixires del diablo”.
Según Freud, lo siniestro es lo que irrumpe en el marco de la percepción y el conocimiento habituales, alterando las coordenadas de espacio y tiempo con que se estructuran el yo, el cuerpo y la realidad, generando “incertidumbre intelectual” (Freud 2009: 233). ¿Por qué? Porque lo ominoso es algo familiar (heimlich) y al mismo tiempo ajeno (unheimlich); es algo ajeno que se ha vuelto familiar. Freud lo explica sosteniendo que se trata de lo reprimido por el sujeto que retorna; lo familiar que ha sido rechazado (el prefijo un indica este rechazo) reaparece entonces como algo extraño (Freud 2009: 240-241). Lacan condensó con precisión esta idea freudiana al crear el neologismo extimidad, oxímoron que reúne lo íntimo/interno, por un lado, y lo extraño/exterior, por otro: una exterioridad íntima; algo de la intimidad que, sin embargo, se experimenta como cuerpo extraño (Lacan 1988: 171; Lacan 2008: clase del 12/03/69).
En el relato fantástico, esta misma emergencia de lo extraño, inadmisible y siniestro irrumpe donde no debería, pues aparece en el campo que, para poder constituirse, justamente debió expulsarlo. Al retornar, disuelve la consistencia imaginaria y simbólica de la organización de la vida cotidiana relatada por la ficción literaria.
Jackson sigue a Freud cuando se refiere a la “incertidumbre epistemológica” y al desasosiego como efecto de esa disolución (Jackson 1986: 26). Retoma también el concepto todoroviano de “vacilación” ante la irrupción de lo inadmisible, considerado como un concepto definitorio que se incorpora a la estructura misma del texto (Jackson 1986: 46).


La temática afectada

Ante la irrupción de lo inadmisible en la temática del relato fantástico, espacio y tiempo se disuelven, y toda categorización de la realidad perceptiva se vuelve borrosa, doble, equívoca, fuera de foco, al igual que el yo del sujeto y sus relaciones con los otros. Lo invisible se entromete en el mundo de lo visible y las diferencias se borran a través de recursos como puertas que dan a abismos, reflejos, fantasmas, sombras y alucinaciones (Jackson 1986: 41,42 y 46).
Vacilan, entonces, los acontecimientos narrados. Lo que se creía real deviene irreal y lo imaginario se acerca peligrosamente a lo real (Barrenechea 1972). Esta irrupción se logra con la introducción de elementos de otros mundos (dioses, poderes maléficos y benéficos, muerte y muertos) y de elementos de este mundo pero que rompen el orden conocido en varias áreas (sueños, espejos, reflejos, dobles, rebelión de la materia inanimada o de animales y plantas contra lo humano).
Freud se refiere a fenómenos irruptivos similares en las temáticas fantásticas, pero se centra especialmente en los fenómenos del doble4 (donde se diluyen las diferencias entre el yo y el otro) y de la autonomía de partes del cuerpo (Freud 2009) así como a la compulsión repetitiva de fenómenos no regidos por el principio del placer que implican un retorno de lo infantil reprimido o de convicciones infantiles irracionales superadas (Freud 2009).
En las temáticas de los tres cuentos seleccionados pueden constatarse algunas de estas formas irruptivas de lo inadmisible.
En el cuento de Cortázar “No se culpe a nadie”, el narrador parte de ubicar al protagonista en una situación cotidiana y banal: debe ponerse un pullover para salir a comprar un regalo. Esta situación muta de a poco en otra inexplicable: el pullover se va transformando en una jaula y la mano derecha del protagonista, en la extremidad de una rata. Ante la alternativa de quedar encerrado y asfixiado en su “jaula” o ser agredido por la “rata”, el acto de arrojarse desde la ventana del piso doce es la única salida posible. En la temática de este relato irrumpe la muerte en lo más cotidiano, ligada al poder maléfico, tanto de la materia inanimada rebelada (el pullover-jaula), como de las partes del cuerpo que cobran una autonomía amenazante (mano-rata); se vuelven además difusos los límites entre el protagonista y el animal en que se ha transformado parcialmente. Todo contribuye al clima amenazante y sofocante del acontecimiento narrado, en que se pierden los límites entre lo real y lo irreal: experiencia de lo siniestro que conduce a una de las salidas posibles que Lacan plantea en su Seminario 10 sobre la angustia: el pasaje al acto que es el suicidio.
En “La soga”, de Ocampo, se comprueban fenómenos irruptivos semejantes. El narrador de este cuento relata la historia de un niño cuya soga es al comienzo un simple objeto lúdico que va cobrando vida propia gradualmente (rebelión de la materia inanimada), hasta convertirse en una serpiente cuyo grado de peligrosidad no es muy claro, como tampoco lo son las intenciones a veces dañinas del mismo niño. Este animal parece obedecer primero al protagonista, pero en un aparente descuido de éste, lo termina asesinando: intrusión de la muerte –y nada menos que la de un niño– en el fin del relato.
En el brevísimo cuento “Sueños de una mariposa” de Chuang Tzu, la irrupción de lo inadmisible en la temática remite a un borramiento de las diferencias entre la vigilia y el sueño, lo cual diluye los límites entre el protagonista y lo soñado al despertar. ¿Él es Tzu que, ya despierto, soñó ser una mariposa; o es una mariposa soñando ahora que es Tzu? A pesar de que Lacan se basa sobre este cuento para afirmar que el sujeto se despierta nada más que para seguir soñando (pues la realidad es tan imaginaria como un sueño), el efecto de vacilación también remite a lo real, pues algo queda sin resolver ante este posible fenómeno de desdoblamiento y confusión de tiempos y espacios.


Protagonista, narrador y lector vacilan

Una condición ineludible del cuento fantástico es generar un estado vacilante ante lo inadmisible. Este efecto será mayor en el lector si su conmoción ante el fenómeno extraño es sentida también por el protagonista del relato, y será mayor aún si es el narrador mismo quien también la padece.
Esto ocurre porque el autor no resuelve el misterio que causa la irrupción de lo inadmisible, sino que, al contrario, procura que el lector se pregunte sobre la verosimilitud de lo narrado y experimente la perplejidad, el desasosiego e, incluso, el miedo. Puede sostenerse entonces que, en la literatura fantástica, los efectos de ruptura no se circunscriben a los elementos temáticos, sino que también dependen de la particular posición o punto de vista del narrador con respecto a lo narrado. Jackson se refiere a esto cuando afirma que vacilan el protagonista del relato y su narrador, en un “confuso juego de pronombres y funciones pronominales” que hacen vacilar también al lector (Jackson 1986: 27); esto ocurre porque el narrador comparte la incertidumbre del protagonista del relato e impide al lector “descartar como ilusoria la experiencia del héroe” (Jackson 1986: 27 ). En los tres cuentos seleccionados estos efectos se producen, pero no de la misma manera.
En “No se culpe a nadie”, si bien el narrador se mantiene como tal en tercera persona, diferenciado del protagonista, el estilo apresurado del texto5 conduce a pensar que está afectado del mismo desasosiego. Que el relato se trunque en el mismo momento en que el protagonista muere, contribuye al mismo efecto, y deja al lector abruptamente huérfano de protagonista, narrador y palabras. La caída del Otro como garante es violentamente literal.
En “La soga”, lo que más conmociona al lector a lo largo del cuento es la temática misma: el protagonista no está afectado y el narrador mantiene una posición locutoria de relator más bien distante de los acontecimientos. Sin embargo, irrumpe como comentador en dos oportunidades, lo cual modifica su aparente neutralidad y falta de compromiso ante los hechos inquietantes relatados. Por un lado, dice de la serpiente: “un poco viscosa y desagradable, en mi opinión6; por otro lado, para cerrar el cuento afirmando sobre el niño muerto: “Yo le vi7, tendido, con los ojos abiertos”. En este enunciado –que redobla la referencia deíctica de persona (lo cual no es lo usual en la lengua castellana)– el narrador se convierte en testigo presencial del extraño asesinato del niño por parte de su soga-serpiente. El efecto de lo siniestro en el lector resulta entonces incrementado.
En “Sueños de una mariposa”, un elemento de la paratextualidad –el nombre propio del autor del texto– es lo que refuerza la irrupción de lo inadmisible. Esto ocurre porque el lector se entera de que este nombre –Chuang Tzu– es el mismo que el del protagonista del relato, quien no sabe si soñó o está siendo soñado.
Se comprueba en estos tres cuentos cómo brilla por su ausencia el narrador clásico de la novela; nos referimos al narrador impersonal, omnisciente, sin compromiso, con autoridad, que guarda distancia con los acontecimientos narrados y que facilita que protagonista y lector se entreguen pasiva y confiadamente a él.
Al contrario, el fantasy carece de “supuestos de confianza o […] de ‘verdades’ autoritarias” (Jackson 1986: 32). La garantía del Otro-narrador está quebrantada, se ha vuelto inconsistente, su falla está a la vista y en esa misma falla irrumpe algo inadmisible e irrepresentable, diría Lacan al referirse a la angustia (Lacan 2006); no hay, por lo tanto, fe posible del lector en este Otro que alberga en su falla un elemento extraño; solo hay angustia y confrontación con lo siniestro.


La rebelión de las palabras y la sintaxis



Freud señala que una de las características de lo fantástico-ominoso consiste en que las partes del cuerpo humano conquistan su autonomía, rebelándose contra el sujeto, quien ya no puede controlarlas y pierde la posibilidad de captarse a sí mismo como totalidad armónica (Freud 2009). De la misma manera, las palabras parecen rebelárseles a algunos escritores de este género. Así como el yo corporal del personaje puede perder la unidad, podría plantearse que al cuerpo del texto mismo, de su escritura, también puede ocurrirle algo semejante.
De los tres cuentos seleccionados, es en “No se culpe a nadie” donde la equivalencia planteada se torna más evidente. En este relato, una parte del cuerpo se le rebela al protagonista: su mano derecha fuera del pullover-jaula, convertida en una rata agresiva, lo araña y pellizca. Del mismo modo, algunas palabras también se escapan del control del narrador-autor-Cortázar. Por ejemplo, cuando irrumpen arañando y rasgando con otra lógica el hilo de un enunciado banal, tal como se constata en la siguiente frase: “[…] prefiere intentar un último esfuerzo para sacar la cabeza fuera del cuello y la rata izquierda fuera de la jaula8. O cuando la irrupción toma la forma de una condensación extrema que, como un pellizco, indica el final del protagonista y del relato: “para llegar por fin […] donde solamente haya un aire fragoroso que lo envuelva y lo acompañe y lo acaricie y doce pisos 9.
Desde otro ángulo, también puede señalarse como fenómeno irruptivo la sintaxis aparentemente descuidada de Cortázar en este cuento de oraciones excesivamente largas: recurso calculado al servicio de un estilo con el que el autor quiebra las reglas clásicas de la escritura “correcta”. La sucesión metonímica que parece desbordar al narrador, sin puntos de capitón que oficien de anclaje metafórico tranquilizante, conduce a un estado de alerta permanente. El texto sin pausas impide que el lector las tenga y lo deja tan exhausto, asfixiado y angustiado como al protagonista.


La perspectiva política

El desarrollo de este trabajo ha tenido el propósito de demostrar que el género fantástico introduce irruptivamente lo inadmisible en la legalidad de lo cotidiano y conmueve así su aparente inmutabilidad, desde tres ángulos posibles: la temática, la posición del protagonista, del narrador y del lector, y el proceso mismo de escritura.
Referirse a este efecto de conmoción de un género literario tiene inevitablemente un alcance más amplio. Es por esto que las consecuencias subversivas que Jackson extrae del fantasy exceden el campo de la literatura y abarcan también lo político. Sostiene esta autora: “Al subvertir la visión unitaria, lo fantástico introduce confusión y alternativas. En el siglo XIX esto significaba una oposición a la ideología burguesa sostenida por la novela realista” (Jackson 1986: 32). La estrategia subversiva que Jackson le adjudica aún hoy a este tipo de narrativa se relaciona con dislocaciones del campo perceptivo visual y de la integridad yoica, justamente en una cultura, la actual, donde el poder reside en la solidaridad entre el “ojo” (prevalencia de la imagen) y el “yo” (instancia controladora y controlable). Esta solidaridad de dominio –que, como bien indica Jackson, la lengua inglesa delata en la homofonía entre I (yo) y eye (ojo)– ­queda así políticamente debilitada por una acción literaria.

La afiliación entre literatura y política que permite el fantasy, habilita a pensar sobre sus posibles conexiones con otras acciones culturales de efectos subversivos. Por ejemplo, con la “peste” que Freud desató en la moral victoriana burguesa del mismo siglo XIX al descubrir la lógica del inconsciente y la pulsión; con la subversión que Lacan introdujo en el sujeto hablante para oponerse a la Egopsychology del postfreudismo a mediados del siglo XX; con el revuelo que armó Gödel a comienzos de esa centuria con sus teoremas sobre la “incompletud” y lo “indecidible” en el campo de la lógica matemática; e incluso, en este mismo campo, con las nociones de topología que Lacan supo importar para el psicoanálisis cada vez que le interesó disolver clasificaciones rígidas y binarios cristalizados del pensamiento.
Siempre que lo cotidiano instituido vacila en sus formas es porque un surco ha introducido un vacío en su ilusoria completud. Para que este sea fructífero, la llamada literatura fantástica le puede enseñar al sujeto a ir más allá de los fantasmas con los que tiende a llenarlo, pues ella refuerza los bordes del agujero cavado, al mismo tiempo que se despliega, escribiéndose, en ellos. Quizás esta literatura vira entonces hacia la lituraterre lacaniana, pues implica –en el mismo movimiento– pérdida de los semblantes sin aristas y recuperación del filo de un no-sentido extrañante que nos exilia de todo, hasta de nosotros mismos. Y esta es la fuerza política –si el exilio se soporta como resto fecundo– que puede enseñarnos a leer de otra manera, también en la experiencia de un análisis, como aspiraba Lacan.


*Alejandra Eidelberg practica el psicoanálisis. Es miembro de la Escuela de la Orientación Lacaniana (EOL) y de la Asociación Mundial de Psicoanálisis (AMP). Se desempeña como docente e investigadora en la Universidad de Buenos Aires y en el Instituto Clínico de Buenos Aires. Ha publicado diversos trabajos sobre temas psicoanalíticos.

Bibliografía
Corpus teórico:
-Barrenechea, Ana María: “Ensayo de una tipología de la literatura fantástica”, en Revista Iberoamericana 80, Pennsylvania, 1972.
-Cortázar, Julio: “El sentimiento de lo fantástico”, en su Obra Crítica / 1, Buenos Aires, Alfaguara, 1994.
-Freud, Sigmund: “Lo ominoso”, en Obras Completas, vol. XVII, Buenos Aires, Amorrortu, 2009.
-Jackson, Rosemary: Fantasy. Literatura y subversión, Buenos Aires, Catálogos, 1986.
-Lacan, Jacques: El Seminario. Libro 7. La ética del psicoanálisis, Buenos Aires, Paidós, 1988.
-Lacan, Jacques: El Seminario. Libro 10. La angustia, Buenos Aires, Paidós, 2006.
-Lacan, Jacques: El Seminario. Libro 10. De un Otro al otro, Buenos Aires, Paidós, 2008.
-Lacan, Jacques: “Lituratierra”, en Otros escritos, Buenos Aires, Paidós, 2012.

Corpus literario:
-Cortázar, Julio: “No se culpe a nadie”, en Final de juego, Buenos Aires, Sudamericana, 1964.
-Chuang Tzu, “Sueños de una mariposa”, en Jorge L. Borges y otros: Antología de la literatura fantástica, Buenos Aires, Sudamericana, 1990.
-Ocampo, Silvina: “La soga”, en Cuentos difíciles, Buenos Aires, Colihue, 2000.
1 Ocampo, Silvina: “La soga”, en Cuentos difíciles, Buenos Aires, Colihue, 2000.
2 Cortázar, Julio: “No se culpe a nadie”, en Final de juego, Buenos Aires, Sudamericana, 1964.
3 Chuang Tzu: “Sueños de una mariposa”, en Borges y otros: Antología de la literatura fantástica, Buenos Aires, Sudamericana, 1990.

4 Para la temática del doble, el otro y los espejos, se sugiere consultar la extensa obra de Jorge Luis Borges y también de Adolfo Bioy Casares y Silvina Ocampo, con quienes comparte la publicación de una excelente antología fantástica (véase “Bibliografía”).
5 Cf. siguiente apartado.
6 La cursiva es nuestra.
7 La cursiva es nuestra.
8 La cursiva es nuestra.
9 La cursiva es nuestra.


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RICOEUR Y LACAN, EN EL CORAZÓN DE LA “MÁQUINA HERMENÉUTICA”. ¿UN CONFLICTO DE INTERPRETACIONES?


Escrito de Jacques Lacan

Lic. Lucas Cosci

Franceses ambos. Contemporáneos. Lectores de Freud. Paul Ricoeur y Jacques Lacan han sido destinos “cruzados”: en sus preocupaciones teóricas, en incidentes biográficos, en hermenéuticas en conflicto. Nacidos en los inicios del siglo veinte, crecidos bajo un mismo clima espiritual, sus vidas personales resultan enlazadas en lo que el propio Ricoeur llamaría un “entrecruzamiento de historias”. Se entrecruzan en algunos episodios traspasados de “intriga”, de una trama que pide ser narrada y cuyo relato acaso nos ayuda a comprender mejor sus ideas y el sentido de sus búsquedas.
En estas páginas queremos presentar una narrativa histórico-biográfica de los encuentros entre ambos intelectuales, mediante el concepto de “entrecruzamiento de historias” que Ricoeur hace propio de Wilhem Schapp. Este concepto implica que la alteridad está incorporada en la constitución de la identidad narrativa, ya que “las historias vividas de unos se imbrican en las historias de los demás”. 1 La identidad narrativa no sólo se constituye en la dialéctica entre la identidad mismidad (Ídem) del carácter y la identidad ipseidad (Ipse) de la promesa. Se constituye además en la dialéctica entre el sí y el otro. Cada uno de nosotros es parte de los relatos de los demás. Los otros son personajes de nuestro relato. Lo que implica una diferencia de raíz con los relatos de ficción, cuyas tramas resultan inconmensurables. El Príncipe Hamlet y el Quijote de la Mancha, son absolutamente contemporáneos, pero se desconocen entre sí. Los relatos de ficción no se entrecruzan, son universos cerrados; las historias de vida sí. Y las historias de Lacan y de Ricoeur se cruzan en algunos pasajes, que merecen ser relatados.
Nuestra pregunta es ¿en qué circunstancias se imbrican las historias de vida de Paul Ricoeur y Jacques Lacan? ¿Qué incidencias reconocer en esa imbricación? ¿Hasta dónde se trata de un simple cruce de historias y en qué medida ese cruce ha dejado huellas en sus respectivas escrituras? ¿Hasta qué punto este cruce ha producido “efectos de ipseidad” en la constitución identitaria de los personajes de este drama? Intentaremos relatarlo en lo que sigue.

Paul Ricoeur

Hasta donde la documentación nos informa, el psicoanalista y el filósofo se cruzan por primera vez en el año 1960. Ricoeur tendría unos cuarenta y siete años, Lacan cincuenta y nueve. Por un pedido del Dr. Henry Ey en el marco de su célebre “Coloquio sobre el inconciente”, Ricoeur pronuncia una conferencia. Su intervención desglosa las ideas básicas de su interpretación sobre Freud. Ideas que serían luego reunidas en un capítulo de Le conflit des interprétations. 2 Entre el auditorio de este evento, se encuentra Lacan, quien es amigo del Dr. Ey. Lacan se entusiasma con la conferencia de Ricoeur. Su entusiasmo se traduce en un acercamiento y en elogios al filósofo. En su lectura sobre Freud lo cree mucho más cerca de sus propias enseñanzas que el lugar en que Ricoeur verdaderamente está. ¿Cree haber encontrado alguien que interpreta su pensamiento? Van juntos a París y comparten una cena, por invitación de Lacan. Dialogan. Intercambian lecturas. Se sorprenden mutuamente, quizás. Después, Lacan invita al filósofo a participar de su seminario. Ricoeur acepta, entre otras cosas, porque está preparando su libro sobre Freud. Porque no sospecha los problemas que ese libro le traería. Porque aparentemente en esa fecha el libro ya estaría concebido, aunque no concluido. Porque piensa que las enseñanzas de Lacan lo ayudarán con los últimos avances de su investigación. Semana tras semana asiste a los seminarios. No tiene lecturas de Lacan y su contacto con el psicoanálisis es solo a través de los textos de Freud. Tal vez por eso Ricoeur se encontraría con dificultades de comprensión. El discurso lacaniano será para Ricoeur un verdadero calvario. No lo entiende definitivamente. Al menos es lo que dice. Con mucha paciencia continúa los seminarios. Les pide a algunos amigos, Alphonse de Waelhens y Antoine Vergote, que lo ayuden. En sucesivas oportunidades Ricoeur ha declarado que su acercamiento a Lacan representa un esfuerzo titánico, porque no llega, dice, a abrir ese discurso. Ahora bien, ¿Ricoeur no comprende a Lacan o lo comprende pero a la vez quiere tomar distancia, mostrarse un extranjero de ese territorio del pensamiento? ¿Acaso podríamos sospechar de sobreactuado su confeso déficit de comprensión?
Según Ricoeur, Lacan esperaba de él cierto “aval filosófico”, 3 un guiño legitimador de sus indagaciones. A estas alturas el filósofo ya es un autor de prestigio. Lacan cree que Ricoeur lo interpreta y espera que sea generoso en su reconocimiento, especialmente en sus próximos libros. En este punto empieza el malentendido que atravesará libros, artículos y debates, entre intelectuales franceses de los años sesenta. Según Elizabeth Roudinesco –quien ha seguido de cerca esta historia, y en quien se basa buena parte de nuestro trabajo- el malentendido entre ambos es insalvable: “Ricoeur no sabe qué decirle a Lacan y Lacan está persuadido de que Ricoeur le entiende lo que dice”. 4
Las cosas se complicarían todavía más. Ricoeur le pide a su hijo Jean Paul que lo acompañe al seminario, para que le ayude con su comprensión de Lacan, que no da con el hilo de Ariadna. Su hijo, que es estudiante de medicina, lo acompaña y es seducido por el cautivante discurso del Dr. Lacan. Se inicia en lecturas sobre Freud. Orienta su formación en la dirección del psicoanálisis lacaniano, lo que de algún modo agrava las cosas, porque el conflicto se reproduce al interior del vínculo paterno. Padre e hijo discuten acaloradamente después de cada seminario. Ricoeur no puede –o no quiere- aceptar que Jean Paul encuentre sentido y verdad en el discurso lacaniano.
Hombre de carácter reservado, Ricoeur se siente cohibido por la personalidad seductora, avasallante, de Lacan. Y lo confiesa:

“En mi relación con Lacan me sentía intimidado. Y eso en todos los sentidos del término: actuaba con timidez, pero también me parecía estar sometido a cierta amenaza preventiva de excomunión. ¡Por otra parte la atmosfera de veneración que reinaba en el seminario era sobrecogedora! Resultaba inimaginable que alguien se levantara para decir que no había entendido o que le parecía absurdo algo”… 5
En el otoño del año 1961 Ricoeur dicta tres conferencias en la Universidad de Yale. Son un anticipo de su libro y se presentan con el nombre de Terry Lectures. En el año 1962 dará ocho conferencias en Lovaina sobre Freud. Indicadores de que su trabajo sobre Freud acelera a toda marcha y pronto sería publicado.
Año 1963. Se va a producir la primera ruptura. Ricoeur regresa una vez más del Seminario de Lacan con la sensación de no haber comprendido. Está angustiado. Sus dificultades con Lacan significan una situación violenta para sí. Lacan lo cree su intérprete, su hijo admira este discurso y él no lo entiende. Para disipar su angustia conversa sobre el asunto con su esposa, Simone. En ese preciso momento llama el teléfono. La voz de Lacan le pregunta qué le había parecido su conferencia. Quizás entre la voz de uno y de otro habría una pausa, un silencio interminable. En ese momento la respuesta de Paul Ricoeur no podía ser otra. Acaso con voz vacilante le dice con una honestidad sin cortesías: no ha entendido sus palabras, su discurso le parece “impenetrable”. Humillado y ofendido, por lo que interpretaría una provocación, Lacan corta el teléfono, y con el corte del teléfono, se corta un vínculo, que ya no será el mismo.
Sin embargo, Ricoeur y Lacan se encontrarían un vez más. En un coloquio en Roma en enero de 1964. Lacan no presenta ninguna ponencia por miedo a que “Ricoeur le robe las ideas”. 6 Porque ya es un secreto a voces. Ricoeur le ha “robado” a Lacan su lectura de Freud.
En ese coloquio se traban en un debate en torno al deseo del psicoanalista y la violencia del lenguaje. Ricoeur interroga con insistencia. Lacan replica. El debate se queda anclado en las preguntas y réplicas entre ambos. Elizabeth Roudinesco se pregunta con suspicacia si lo que hay es verdaderamente un malentendido o un diálogo fructífero. 7 En su narrativa se puede advertir que hay una discusión profunda en torno a conceptos fundamentales y que los prejuicios y sentimientos heridos de ambos lados, no empañan la altura intelectual de sus intervenciones, que sin duda a ambos les ha aportado y mucho a sus respectivas indagaciones.
Posteriormente, Lacan sometería a Ricoeur y su esposa a un desplante deshonroso. Los invita a cenar y exige que Ricoeur pague, recordándole la cena que él había pagado anteriormente en París. No solo eso. Después de hacerlo pagar el taxi, los abandona. Aunque luego se disculparía, especialmente, ante Simone, la descortesía daba mucho que pensar.
Pasemos en limpio algunas dudas. Para Lacan, Ricoeur ¿“debía pagar”?. ¿Qué estaba pagando Paul Ricoeur ante el desplante de Lacan? ¿Estaba pagando acaso el no haber sido obsecuente, sumiso, como lo eran todos ante su presencia intimidante? ¿Estaba pagando el no haber hasta ahora hecho visible el guiño filosófico que Lacan esperaba? ¿O estaba pagando por adelantado el libro sobre Freud, cuyo desencanto Lacan ya presentía?
Finalmente, en mayo de 1965 sale a la luz el quizás y por lejos más polémico libro de Ricoeur: De l’interprétation, essai sur Freud,8 traducido al mundo de habla hispana bajo el título: Freud, Una Interpretación de la Cultura.9 Un gran escándalo sobreviene en la comunidad psicoanalítica francesa. Como era de esperar, Lacan rechaza el libro. Los seguidores de Lacan acusan a Ricoeur de plagio. Sostienen que el filósofo había asistido al seminario con anterioridad y que su interpretación sobre Freud reproduce aquellas lecciones. Todos disparan contra él.
El frente de ataque más violento vendría de Jean Paul Valabrega en la revista Critique. Acusa a Ricoeur de “no dar al Cesar lo que es del Cesar”. “El señor Ricoeur hace suyas muchas ideas que no le pertenecen”. 10
Especialmente crítico es un artículo de Michel Tort, con el título “La machine herméneutique”,11 en el que interpreta el acontecer de un “giro” en la concepción ricoeuriana del inconsciente. El “giro” se daría entre Le volontaire et l’involontaire12 y el ensayo sobre Freud. El “giro” para Tort tiene un nombre propio: es Lacan. Desde su perspectiva, entre los dos libros está el seminario en el que Ricoeur participa. La máquina hermenéutica es un texto lapidario. Directo. Un ataque al corazón del libro de Ricoeur. Se trata de una obra exhaustiva, sumamente documentada y de una incisión sutil, aunque no por eso menos lacerante. Tort ataca a Ricoeur de un modo que ni el propio Lacan lo hubiera hecho: con armas estrictamente teórico-filosóficas. Se trata de un desmontaje a fondo del texto, que intenta hacer visibles –y en algunos casos lo logra- ciertas inconsistencias. El núcleo central de su ofensiva podría resumirse en que resulta incongruente la distinción entre “una lectura de Freud” y “una interpretación filosófica de Freud”. Una lectura, aun en su carencia, es ya una interpretación.13


Carta escrita por Sigmund Freud

En relación a este aspecto nos parece atinada la conclusión de Roudinesco: “Ricoeur no solo no ‘roba las ideas’ de Lacan, sino que las ‘roba’ tan poco que las entiende pésimamente. Inventa a un Lacan que no supo leer y con el que intenta en vano confrontarse”.14
A su vez a Ricoeur le viene bien la afirmación de Roudinesco para defenderse en algunas entrevistas de las acusaciones de plagiario. Argumenta que no puede plagiar a Lacan porque no los entiende. “No comprendo esa manera de articulación y de pensamiento”…15 Pero agrega: “En cierto modo, como pueden advertir, sigo siendo prisionero de su intimidación”.16 ¿Por qué Ricoeur se confiesa prisionero de esa intimidación? ¿Otra vez la culpa? ¿La culpa por un plagio que no es?
A estas alturas, y con todo lo que Ricoeur nos ha dado en los años posteriores a su libro sobre Freud, la acusación de plagio –sobre la cual adherimos a la tesis de Roudinesco- ha pasado a ser una cuestión menor.
¿Qué queda de este cruce de vidas, tan controvertido? Quedan sus pensamientos, cuyos contornos no han sido ajenos a aquellos cruces biográficos. Bien podríamos suponer que aquella interacción conflictiva, ese “conflicto de interpretaciones”, ha sido un desafío que los ha marcado en aprendizajes recíprocos, en ideas revisadas, en nuevos interrogantes, en renovadas incertidumbres. Cuánto Lacan hay en Ricoeur y cuanto Ricoeur en Lacan, es algo que no lo podemos medir. Quizás no mucho. Por tratarse de personalidades opuestas, cuyas convicciones resultan no menos distantes.17 Pero sí podemos sospechar que sus pensamientos nos llegan impregnados de aquel “entrecruzamiento de historias”. Podemos sospechar que ha habido incidencias recíprocas y que los une y a la vez los separa la misma pasión: los textos de Sigmund Freud, punto de partida para sus respectivas elucubraciones, excedente de sentido que alimenta sus respectivas hermenéuticas.


En la perspectiva del tiempo podemos estimar que sus teorizaciones son tan diferentes como sus personalidades. Ricoeur avanzaría en las obras de su última etapa hacia una ontología basada en la hermenéutica del sí que promueve lo que llamaría una “pequeña ética” de carácter narrativo. Lacan no alentaría un discurso ético ni una ontología hermenéutica a lo Ricoeur. Creemos que la categorización de Karl Simms refleja con propiedad el sentido de sus pensamientos. Simms propone los términos Etics following Ricoeur y Etics after Lacan,18 ya que la hermenéutica Ricoeuriana deviene una ética con base en la sabiduría práctica, mientras que el psicoanálisis lacaniano no desarrollaría ideas éticas, pero sí vendrán quienes a partir de Lacan (after) formularán teorías, como es el caso del filósofo esloveno Slavoj Žižek. Lo ético en Ricoeur es una búsqueda, un “seguimiento”. En Lacan es un “después”, una tarea asumida por la posteridad.
Finalmente, más allá de lo anecdótico, las historias de vida de Lacan y de Ricoeur son caminos que se cruzan en un punto, pero de origen y destino diferente. Ese punto ha sido la lectura de Freud. ¿Se habrá imaginado, cincuenta años antes, Sigmund Freud que sus herederos se disputarían su discurso?


1 Ricoeur, Paul, Sí mismo como otro, Siglo XXI editores, México, 2008, p. 163.
2 Ricoeur, Paul, Le conflit des interprétations, París, Seuil, 1969.
3 Ricoeur, Paul, Crítica y Convicción. Entrevista con François Azouvi y Marc Launay. Síntesis, Madrid, 2003, p. 99.
4 Roudinesco, Élisabeth, La Batalla de cien años: Historia del psicoanálisis en Francia. Editorial Fundamentos, Madrid, 1993, p. 25.
5 Ricoeur, Paul, Crítica y Convicción, Op. cit., p.100.
6 Roudinesco, Elizabeth, Op. cit., p. 26.
7 Ibíd, p. 26.
8 Ricoeur, Paul,  De l’interprétation, essai sur Freud, París, Seuil, 1965.
9 Ricoeur, Paul, Freud, Una Interpretación de la Cultura, Siglo Veintiuno Editores, (Tr. Armando Suarez)., 1978.
10 Roudinesco, Elizábeth, Op. cit., p. 27.
11 Tort, Michel. La interpretación o la máquina hermenéutica, Editorial Nueva Visión, Buenos Aires, 1976 Págs. 55-80. Versión digital disponible en http://www.con-versiones.com/nota0714.htm
12 Ricoeur, Paul, Philosophie de la volonté 1 Le volontaire et l’involontaire, Paris, Aubier, 1950.
13 Tort, Michel, Op. cit., ps. 55-80.
14 Roudinesco, Elizabeth, Op. cit., p. 27.
15 Ricoeur, Paul, Crítica y Convicción, Op. cit., p. 101.
16 Ibíd., p. 101.
17 Cf. Simms, Karl, Ricoeur and Lacan Contnuum Interatona Publishing Group, London, 2007. El texto lleva a cabo una puesta a punto de las distancias que separan a ambos autores a pesar de su tránsito por tópicos y fuentes comunes.
18 Simms, Karl, Op. cit. , ps. 107-121.


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L/a mujer no es melancólica

Alejandra Glaze*

"No tengo el don de la realidad, desustancializo adrede hasta cierto punto. Desconfío de la realidad...". Virginia Wolf

La mujer no es melancólica. Es una afirmación fuerte. Pero trataré de dar cuenta de ella comenzando por situar la barra sobre el La/, que ubica de entrada a la posición femenina del lado del No-Todo, o del No es Una. Es decir que nos encontramos con una imposibilidad, la de asignar la existencia de una totalidad al ser femenino, de las que decimos, en psicoanálisis, son quienes custodian el No-Todo del ser. O como lo dice Eric Laurent: "Las mujeres quieren mantener su particularidad sin la identificación al todo fálico". En este sentido, las mujeres recuerdan la necesidad de desear, encontrándose más cerca de la verdad, y siempre ligadas a la falta.
Pero si bien hay diferencias entre la tradición melancólica y la melancolía clínica, ambas designan una fragilidad de la verdad, lo que autoriza a abordar los avatares históricos del concepto de melancolía como indicios precisos de una crisis que afecta a la esencia misma de esa verdad: el melancólico denuncia con su ser, con su hastío y su estúpida existencia, la inconsistencia que la verdad encubre. Pero mientras la tradición melancólica sería un aparente dispositivo cultural de resistencia, el melancólico clínico “carece de resistencia”,1 preso de un eternizado duelo que sabe imposible por el padre, que lo sumerge en un tiempo muerto, y para quien la aceleración que designa a este siglo constituye una amenaza, una insaciable avidez que se opone al hastío y la vacuidad melancólicas.
Tal vez sea el momento de hacer un elogio de la melancolía,2 ya que el mismo melancólico es quien revela lo que implica la relación con un Otro que no existe y con la debilidad simbólica, que hunde al sujeto en un goce que es un verdadero desvarío, en la época que el síndrome depresivo –orientado únicamente por los vaivenes del humor– ha despreciado la finura diagnóstica de estructura. Ya Esquirol quería dejar a poetas y moralistas el concepto de melancolía para reservar la depresión al campo de lo patológico.
También es de interés en este punto la definición que da Peter Sloterdijk de la melancolía: ...huella psíquica de un ocaso individual de los dioses, de un dios íntimo perdido". Y agrega: "Es haber sido conducido a la vida por el íntimo y gran otro, para ser abandonado después por él a mitad de camino".3

Pero el ser en general, aquel abordado por la filosofía, también resiste a ser congregado en un todo, y es por eso que en la historia misma de la filosofía se ha tomado a la melancolía como una categoría de reflexión, ya que implica cierta inquietud del hombre por el Ser. Emmanuel Levinas, incluso, define al campo de la feminidad como una de las posibles categorías del ser.
Sin embargo, hay una diferencia fundamental con la filosofía: mientras que para los filósofos el ser es aquello compartido por todos, para el psicoanálisis el ser remite al goce como esa parte de no-ser en la médula del sujeto, del cual es imposible predicar alguna cosa. De este modo, y a través de Freud, se sustituye la ontología de la filosofía por una teoría de las pulsiones, lo que podríamos describir, ya con Lacan, como una desustancialización del sujeto a favor de una sustancialización del goce, un resto como soporte más allá de la dimensión del ser y del fundamento.
¿Pero por qué decimos que L/a mujer no es melancólica? Porque evade a la melancolía, aunque mantiene en sí ese registro que la acerca a veces peligrosamente a ese No-Todo que la hace, casi siempre, No Loca-del-Todo.
Así, mientras la mujer permanece más cerca de la verdad ligada a la falta, el hombre ofusca esa misma verdad a través de una operación nostálgica que lo mantiene a la espera de un ser por venir.
Se trata de situar a lo femenino en un más acá de la castración donde ha operado la ley del Padre, un tratamiento del goce más allá del falo pero no sin relación a él, que evita o atempera la reivindicación fálica, el estrago o la locura.
La melancolía –ya sea para la filosofía como para el psicoanálisis– es una manera de negarse a asumir el papel de hombre o mujer en la escena del mundo, a dejarse tomar por lo mundano, a profundizar esa falta hasta el límite de lo absoluto. Decimos con Lacan que el objeto a es lo que queda del Otro a partir de la separación de ese Otro, ese resto del duelo que en el Seminario 8, Lacan llama trauma del nacimiento, "una aspiración en sí de un elemento profundamente Otro". En ese sentido, la angustia melancólica es la sensación del deseo del Otro que objetiva, la angustia de entrar en la finitud del mundo construido como un orden simbólico sobre el vacío del objeto. La imposibilidad de asumir algún semblante, un rehusarse a asumir algo del orden de las apariencias, en nombre de una supuesta verdad de lo real.
¿Pero qué ocurre cuando ese goce no encuentra su medida y se convierte en eso insoportable que ya no se puede neutralizar, retornando para convertir a la vida, y no solo al goce, en insoportable? De esto se trata la melancolía. De esa imposibilidad de constituir un fantasma posible que funcione como defensa frente a lo real de ese goce.
No se trata de que todo esté permitido (a falta de un padre) –en un “todo vale” consustancial con la época–, sino que nada ha llegado a existir, imposibilidad estructural de acceder a la dimensión de lo vivible, ya que la realidad es efecto de lenguaje, una debilidad operatoria de los semblantes justamente en el siglo donde se produce un fenomenal proceso de descreencia en la eficacia de estos para tratar lo real, con el “efecto depresivo” que situamos como la “exclusión de toda significación posible”.4
Sabemos que Freud concibió a la verdad como un efecto de la castración, dependiente de la manera en que el sujeto construye su soporte en el Otro, en relación a un padre, pero que implica un tercer lugar, el falo, factor central de la instancia del significante. Lacan mismo dice que el Ideal del yo “interviene en funciones que a menudo son depresivas, incluso agresivas con respecto al sujeto”.
Esa dimensión es la de la identidad sexuada hombre-mujer. ¿Pero qué sucede si el sujeto no puede aferrarse a ninguno de los rasgos de ese objeto inasible que debe aportar el Otro? Se produce el desencadenamiento del sujeto, o lo que una mujer melancólica describe al confrontarse con el “saco de huesos” que siempre fue para el Otro en su dimensión más mortífera, imposibilitada de aferrarse a un rasgo de ese Otro que sostenga de una cuerda del deseo. Es entonces en la dimensión del ser y del tener donde se pierde la posibilidad de afianzarse en el significante, y surge la frase melancólica: No soy nada, estoy arruinado.
Otra mujer, claramente melancólica, refiere lo que para ella fue su momento de desencadenamiento: no poder sostener su lugar de madre. Es la depresión la que allí aparece, debiendo ser internada en los momentos de embarazo de su vida. Y plantea de qué manera la entrada en la adolescencia ubica lo que para ella fue el rechazo de su padre, que dejó de brindarle atención "porque ya era una mujer". "Yo era una niña alegre y feliz, hasta que llegué a la adolescencia. Allí me convertí en esto que soy ahora, una inútil para todo, una discapacitada que no sirve ni como mujer, ni como madre, ni como nada". Nunca a la altura de los ideales más triviales, llora todo el tiempo por aquello perdido irremediablemente.
Estas mujeres están lejos del melancólico con gesto ensimismado de Durero, y más cerca del melancólico hipermoderno, aquel que puede saltar al vacío guiado por el odio, "único sentimiento lúcido"5 que da alguna consistencia al Otro también en ruinas y que deja al sujeto en su dimensión de puro objeto de desecho, en la batalla perdida por un duelo imposible, que convierte de este modo al melancólico en un ateo radical y taciturno.
Estas melancólicas, presas de una pasión devastadora bajo la forma del traumatismo, oponen el aislamiento trágico del excluido, denunciando constantemente que el verdadero goce está en otro lado y que la vida es sueño. Negándose a "hacer condescender el goce al deseo", rechazan el goce fálico en beneficio de otro, excesivo y nauseoso.
Pero cuando hablamos de la posición femenina estamos haciendo referencia a la división estructural que se produce en ella por la presencia de Otro goce respecto del cual no existe el significante que pueda nombrarlo. Es aquí donde me interesa llegar, para plantear que la melancolía es la enfermedad de la falta, de esa falta que no es la ausencia de órgano, sino la falta con la que dicha ausencia se articula en el inconsciente, es decir, la falta de un significante en el Otro. La melancolía, es un rechazo que no permite recurrir al inconsciente, a la estructura simbólica, para hacer frente a lo real de esa falta.
Pero hay una experiencia melancólica de des-ser que la vida ordinaria permite evitar vía el fantasma, vía el entramado simbólico que el sujeto pueda constituir. De esta manera, la posición femenina es una manera posible de captar esa diferencia interna en el interior de los significados, que es lo mismo que decir que en la singularidad de la posición femenina hay un imposible a saber.

*Alejandra Glaze es Psicoanalista, Secretaria Adjunta del Directorio de la Escuela de la Orientación Lacaniana (EOL) y Miembro de la Asociación Mundial de Psicoanálisis (AMP).

Bibliografía

Burton, Robert; Anatomía de la melancolía, Ediciones Winograd, Bs. As., 2008.
Pellion, Frederick; Melancolía y verdad, Manantial, Bs. As., 2003.
Ritvo, Juan B.; Decadentismo y melancolía, Alción editora, Córdoba, 2006.
Lacan, Jacques; El Seminario, Libro 5, Las formaciones del inconsciente, Paidós, Bs. As., 1999.
Deffieux, Jean-Pierre; “La depresión. Su relación necesaria con la melancolía”, Efecto Mariposa, Bs. As., 2010.
Lacan, Jacques; El Seminario, Libro 10, La angustia, Paidós. Bs. As., 2006.
Sloterdijk, Peter; Esferas I, Siruela, Madrid, 1998.
Copjec, Joan; Imaginemos que la mujer no existe, Fondo de Cultura Económica, Bs. As., 2006.
Lacan, J.: El Seminario, Libro 18, De un discurso que no fuera del semblante, Paidós, Bs. As., 2010.

1 Ritvo, Juan B.; Decadentismo y melancolía, Alción editora, Córdoba, 2006.
2 Attié, Joseph, “Melancolía”, en Scilicet. Semblantes y sinthome, Grama ediciones, Bs. As., 2010, págs. 204-206.
3 Sloterdijk, Peter; Esferas I, Siruela, Bs. As., 2011.
4 Lacan, Jacques; El Seminario, Libro 5, Las formaciones del inconsciente, Paidós, Bs. As., 1999, pág. 308
5 Lacan, Jacques, El Seminario, Libro 18, De un discurso que no fuera del semblante, Paidós, Bs. As., 2010, pág. 97.


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COMENTARIOS DE LIBROS //

Obra: “El inconsciente solo pide decirse”
Autora: Adriana C. Congiu
Editorial: Grama




Leer libros puede suscitar ciertamente una diversidad de experiencias para cada caso. Leer “El inconsciente solo pide decirse” sin dudas ha generado, para aquellos que conocemos a la autora, un efecto de extrañeza. El signo de que las palabras escritas, han introducido una separación entre el pensamiento y el acto de escribir.
Se trata de un libro que posee un tratamiento de los conceptos propuestos, con la precisión de quién ha madurado la naturaleza de la cuestión pausadamente, desmenuzando cada palabra para aprehenderla y luego transmitirla de un modo que provoque al lector. No solo se remite a la exclusividad de los tecnicismos propios de cada discurso, entendibles solo por los expertos, sino que se escapa y va más allá de la rigurosidad teórica, produciendo un efecto de encanto al elegir las palabras con finas sutilezas poéticas.
En psicoanálisis palabra y escritura no están separadas como se podría creer, lo que se escribe fue primero palabra y lo que contingentemente deja de no escribirse y se escribe, se escribe sirviéndose de la palabra. La palabra es primera respecto de la escritura y lo que la escritura escribe no es otra cosa que lo que del goce se fija. Dicho en otros términos, el goce se fija al escribirse. La autora lo dice muy bien: escribir es precisar.
No hay producción de saber si alguien no está estorbado por el efecto subjetivo, si no, no producirá más que denuncia, la denuncia de los significantes amos, dice J.A. Miller. Si no está provocado por su propio deseo, no hay producción, solo habrá atascamiento del concepto, de los cuerpos teóricos, aplanando las palabras que lo sostienen, porque de tanto repetirlas perderían su condición de evocar y provocar en el lector, en este caso, el deseo de saber.
Lo interesante es que detrás de cada dicho, como decimos en psicoanálisis, o de cada escrito como es este libro, podemos encontrar las resonancias de la enunciación, que producen un eco particular, una significación particular en cada lector.
Las palabras elegidas para dar forma al texto del El inconsciente solo pide decirse aparecen casi con existencia propia, provocando preguntas, interpelando las certezas, haciendo efecto de separación. Y eso es lo que parece más interesante del asunto, las palabras no solo ponen necesarias distancias, más aún si están escritas, sino que el lector puede ubicar en ellas algo de su propia interpretación.
Gabriela L. Céspedes



Obra: "Nunca Fuimos Modernos". Ensayo de antropología simétrica
Autor: Bruno Latour
Editorial: Siglo XXI editores
Bs As 2007


El libro que reseñamos, complejo e inquietante, fue publicado en 1997 en Francia. La versión en español aparece recién en 2007; se propone como una lectura imprescindible para la comprensión de las nuevas direcciones del pensamiento antropológico definidas cómo “simétricas”. Direcciones interesantes y novedosas, de pretenciosos objetivos.
El objeto mismo del ensayo puede sorprender a quienes hayan conservado una imagen anticuada (pero advierto, digo recientemente anticuada) de la antropología; sostenida desde sus inicios en el estudio de culturas por entonces consideradas “salvajes”. Bruno Latour (y por cierto muchos otros estudiosos detrás de él y a la par de él) se han abocado al análisis de la civilización occidental misma, exactamente como si fuera “una cultura más”, es decir, permitiéndose tomar distancia de lo que la civilización occidental en tanto moderna propone acerca sí misma (que es laica, que es científica, que se regula por una racionalidad política autosuficiente, etc.). Se propone entonces una imagen más cercana a la de una tribu complejizada que a la de una sociedad cualitativamente distinta a todas, por efecto de la ciencia, la razón, la democracia o lo que fuere.
Según el autor esta ilusión, increíblemente petulante, de la cual la modernidad habría conseguido convencerse a sí misma; se evidenció en los hechos como falaz casi desde el origen mismo (digamos, escolarmente, desde la Ilustración); pero a medida que la modernidad se desarrollaba en la alianza de los mercados, los estados y los laboratorios, el modelo (al que Latour llama “constitución moderna”) fue revelándose más y más inconsistente, hasta tornarse hoy insostenible. Justamente lo que se ha dado en llamar “posmodernidad” (entre otras denominaciones) viene a ser la evidencia ya insoslayable de la caducidad de la constitución moderna.
El principal signo de ello, sobre el que Latour sagazmente dirige nuestra atención, se nos presenta como “La proliferación de cuasi-objetos”. Se debe preguntar entonces: ¿Qué son estos cuasi-objetos latourianos, que estarían invadiendo la racionalidad discursiva de la sociedad occidental, a la manera de impensables, incluso innombrables, y cuya caótica multiplicidad en nuestra actualidad sería el efecto de sostener la creencia en la modernidad, en una constitución que requiere urgente revisación?
Bien, para aproximar una respuesta debemos indagar en las tesis fundamentales del autor. Latour se embarca en un despliegue histórico para fundamentar su diagnóstico de una modernidad ya insostenible. Entiende por “constitución” un momento fundacional en que una sociedad (digámoslo: la europea del siglo XVII) pierde o más bien sacrifica sus recursos explicativos al iniciar un proceso de “purificación”: Se trata de la separación de los discursos en distintos polos: La naturaleza, la Sociedad y el Lenguaje. Desde entonces el discurso de los modernos no ha dejado de ensanchar las grietas entre ellos, aislando artificialmente las causalidades.
Tomemos un ejemplo del corazón de nuestra actualidad, el cuasi-objeto preferido de Latour: El agujero de la capa de ozono. No cabe ninguna duda que bien podría convocar y movilizar a distintos especialistas: el químico nos explicará las interacciones entre los gases que despliega el fenómeno. El científico social, en cambio, nos hablará de los problemas en la organización de la sociedad y la pereza de sus autoridades, el efecto de la publicidad o las campañas en relación al tema. De un lingüista podríamos esperar un análisis de la evolución y relación entre términos y conceptos que permiten entender esa realidad actual. El diálogo entre ellos es ficción, se trata de distintos soliloquios, cada uno es vociferado desde un compartimento separado, desgarrando el objeto. ¿Es un fenómeno natural? ¿Es social? ¿Es sólo un efecto de lenguaje?
En realidad, claro, confiamos aún tanto en los modernos que no encontramos nada de malo en ello, y hallamos las preguntas que la situación suscita ingenuas y forzadas. Pero Latour nos fuerza a comparar nuestra posición intelectual con las explicaciones de la realidad que pueden desplegarse, por ejemplo, en una tribu selvática. En la enorme tradición legada por los informes etnográficos encontraríamos que dicha tribu consigue explicarse, pongamos por caso, el porqué de las lluvias, movilizando un discurso que incluye: su conocimiento de los movimientos de las nubes, la voluntad de los dioses que se refleja en la distribución social de la tribu, mitos que se relacionan con el origen y la forma de las palabras, etc. Todo sin fracturas en su continuidad, sin relación con la “purificación” moderna, en una perfecta red de significados que dejarían el objeto de la indagación perfectamente constituido y pleno de sentidos.
La comparación es ilustrativa por sí sola, mas no hay que olvidar la otra cara de la cuestión: es que para Latour nosotros, occidentales, justamente: nunca fuimos modernos. Nunca pudimos orientar los sentidos purificadamente. “También nosotros tenemos miedo de que el cielo se nos caiga sobre la cabeza. También nosotros vinculamos el gesto ínfimo de apretar un aerosol con prohibiciones que atañen al cielo. También nosotros debemos tener en cuenta las leyes, el poder y la moral para comprender lo que dicen nuestras ciencias sobre la química de la alta atmósfera”.
La modernidad en que creímos, y ahora acaso ya no creemos tanto, nunca fue consistente, nunca fue lo que dijo de sí misma.
De hecho el autor consigue, haciendo gala al mismo tiempo de una erudición aplastante y de una temeridad sorprendente, presentar prácticamente toda la historia del pensamiento occidental desde la modernidad a nuestros días como un esfuerzo (insostenible, condenado al fracaso) de ensanchar la brecha de la purificación (del cual sólo rescata, cosa interesante, la dialéctica, de Heguel a Marx, como intento de reencontrar el camino perdido). El recorrido que traza, aún cuando a veces forzado, resulta fascinante y termina justificando las mejores páginas del libro.
Pero del detallado diagnóstico a la apresurada propuesta de tratamiento que se ofrece, el libro se torna menos convincente y la postura del autor menos crítica, lo que resulta más que comprensible.
Concluyendo: “Nunca Fuimos Modernos” es un libro brioso y original, impostergable para quien quiera mantenerse actualizado con las tendencias contemporáneas de la reflexión sociocultural, y disfrutable por cualquiera. No duda en presentarse casi como un manifiesto extremo, y tal vez desde esa clave deban juzgarse sus virtudes y defectos.


Guillermo Zimmermann

Obra: "FRAGMENTOS DE UN DISCURSO AMOROSO"

Autor: ROLAND BARTHES.

Roland Barthes, Fragmentos de un Discurso Amoroso, 2º Ed. 4ª reimpr. Buenos Aires. Siglo XXI Editores, 2013. Trad. Eduardo Molina.



Con una excepcional técnica de mosaico, clara y compleja a la vez, escribió este filósofo, semiólogo y ensayista francés Fragmentos de un Discurso Amoroso, publicada por primera vez en 1977, traducido a innumerables lenguas fue editado por primera vez en nuestro país en 2002. No sorprende que cuente con tantas ediciones, reimpresiones, se haya convertido en best seller y aun hoy su voz siga siendo actual, puedo aventurar a decir que no creo en algún momento deje de serlo.
Ante la pregunta por la necesidad de tal obra, nos responde en sus primeras líneas nuestro mismo autor “el discurso amoroso es hoy de una extrema soledad. Es un discurso hablado por miles de personas, pero al que nadie sostiene” así, nos dice, abandonado por los lenguajes circundantes, por el poder y sus mecanismos, arrastrado a la deriva de lo intratable e inactual, no le queda mas lugar que el de una afirmación. De esta manera pone Barthes en escena no un análisis, no la descripción del discurso amoroso, sino su enunciación, el lugar de la palabra. Le restituye el lugar al enamorado que habla. No puede por lo tanto utilizar mas recursos que lo que el mismo llamo Figuras, retazos del discurso, y puesto que estas aparecen en la mente del sujeto amoroso sin ningún orden particular, al azar le responde Roland Barthes con dos arbitrariedades la de la designación y en forma de vocabulario, la del alfabeto.
Entremezclando Werther de Goethe, Freud, Lacan, el Zen, Platón, Sartre, Nietzsche… tantos trozos de origen diverso desde ensayos filosóficos, novelas, hasta conversaciones entre amigos y su experiencia personal, no divide su obra en capítulos sino en Figuras que pueden reconocerse en lo experimentado, leído, escuchado “el gesto del cuerpo sorprendido en acción” desde Abismarse hasta Verdad, recorre lugares comunes donde en algún apartado uno se identifica, sino mas bien en varios de ellos, va pasando por diversos momentos, como Adorable, donde el sujeto se encuentra con el otro que le aparece como un todo inexpresable y ante la propiedad del deseo no puede sino producirse la impropiedad del enunciado y solo puede exclamar “Adorable!” a veces la obra pareciese relatar ciertos momentos que se siguen unos de otros, pero tal es solo la visión particular y subjetiva, acontece Agony, angustia, la perdida, la falta que puedo de repente relacionarla con Alteración, ese “pequeño punto en la nariz” que produce la desfacinacion, no sin dolor, aparece aquí el mundo del otro con toda su alteridad y lo veo entonces como “un extraño, ¿un loco?”. El enamorado se cuestiona, “Quiere Comprender” pero se enfrenta a lo Incognoscible, debe Declarar ante la Incertidumbre de los Signos, sometido a los Celos, la Locura, lo Insoportable, las Faltas, lo Obsceno, la Ternura, el Te Amo, que “es una profericion” puesto que no le corresponde ningún lugar científico, es una acción que se afirma como una fuerza contra todo, hasta contra el lenguaje, de tal modo, desarrolla nuestro autor, “no es signo sino que juega contra los signos”, acoge la tautología, (“te amo quiere decir, te amo”) y quien no lo dice esta condenado a emitir signos inciertos, dudosos y dejarse interpretar… aun así, afirma el escritor en alguna de sus figuras “para que una cosa sea sabida es necesario que sea dicha pero también desde que es dicha muy provisoriamente es verdad”.
No hay conclusión, o más bien del modo en que yo misma fui atando cabos, le compete a cada uno desde su absoluta e irreductible particularidad armar y des-armar. Lo que es seguro es que todo sujeto, neurótico claro, puede reconocerse en diversas aristas, rincones de estos recortes de discursos que de exquisita e ingeniosa manera enuncia Barthes. Por ello puedo afirmar, como lo hice en un principio, tal obra, no creo deje jamás de ser actual y sí, necesaria.

Mariam Basbus
Profesora en Filosofía
Cursa la Licenciatura en Filosofía en la UNSE
Miembro del Grupo de Estudios de Psicoanalíticos de Santiago del Estero


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MY PRECIOUS
(Mi tesoro)


El Señor de los anillos
My precious… Así llama Gollum al Anillo Único, en la conocida saga de Tolkien. Y también para referirse a sí mismo, precious, en sus monólogos y conversaciones, o cuando se debate con Smeagol su alter ego. Fueron otros personajes de la narración quienes experimentaron, por efímero que haya sido, el poder del anillo, los que lo llamaron de la misma forma. Se puede apreciar a Gandalf, el prestigioso mago, poseído por el poder del anillo, trata de decidir qué hacer con él y murmura precious. Una curiosidad en la historia de Tolkien: Gollum es, en realidad, la degradación -para usar la expresión freudiana- producida por el anillo en quien fuera el alegre hobbit Smeagol. Es el producto de la influencia del anillo sobre él, desde su encuentro con este objeto que marcó la separación de Smeagol y Gollum, hasta la forma definitiva que adquiere. La metamorfosis, en sentido amplio de la palabra, que experimenta este personaje a lo largo de la narración, dada por su singular vinculación con el anillo, marca el profundo efecto que tiene este objeto en su vida. Un detalle: el Anillo Único posee la cualidad sorprendente de ser él quien elige a su poseedor y no a la inversa. Y lo hace de acuerdo a la poderosa voluntad, maléfica voluntad de su creador Sauron. El encuentro de Gollum, primero con Bilbo Bolsón, a quien el anillo elige y deja al otro sin su precious, luego con Frodo de la Comarca, con quien atravesará los caminos hacia la Montaña del Destino, donde fue forjado y único lugar donde puede destruirse; estos encuentros marcarán las vicisitudes y transformaciones de los personajes en la historia. Excepto en uno: el Anillo Único, hasta que su destrucción marque su fin. Lo interesante de esta referencia a Tolkien es que se podría extraer, a partir de elaboraciones de Freud y Lacan, algunas consideraciones sobre lo que determina que un objeto pueda adquirir una facultad de esa naturaleza. ¿Qué hace que un objeto sea único, privilegiado para alguien, y que provoque en éste, una determinada transformación?
Una primera aproximación a esto nos la aporta Freud con el texto Concepto psicoanalítico de las perturbaciones psicógenas de la visión. Allí propone que la función de la visión sirve a dos amos: por un lado a la percepción de las cosas del mundo, y por otro, sirve a la contemplación de las cualidades del objeto; cualidades que lo hacen objeto de la elección erótica, o sea, los “encantos” del objeto. Esto es lo que hace posible de un objeto, capaz de atraer sobre sí las energías de la libido, la carga libidinal.
En relación al término encanto, lo interesante aquí, que podría resultar una cierta iluminación, es el brillo que aportan los desarrollos de Freud en torno al objeto fetiche. Desde el brillo posado sobre la nariz, que no descansa tanto puesto que está ahí por una mirada, hasta el embrujo, el hechizo, fetiço (el origen en portugués) -vean las raíces del término fetiche, también puede ser factitious, o sea ficticio- que fija la impresión última antes de descubrir que, de lo que se trata en Freud, es de la percepción de la falta de pene en la mujer, o más precisamente, la castración de la madre; Lacan esto lo simbolizó así: -φ, la falta en el Otro. Pero, ¿y el encanto? Allí donde alcanza el límite la satisfacción de mirar, de allí se desprende cierta luminosidad de una ausencia y es el objeto fetiche el que viene a vestir ese vacío. Entonces, es el brillo de la ausencia lo que pone en juego la presencia de un objeto, que despierta tanto la angustia cuanto que suscita el deseo, y nos lleva al punto de una falta en el corazón del sujeto.

Maravillarse de…
En un análisis, lo que se juega al nivel del hechizo, del encanto, es ágalma. Para Lacan, éste es el equivalente al algoritmo de la transferencia, pero equivalente del significado inconsciente, del vacío enigmático de la significación inconsciente: “s(S1,S2,…Sn), es decir que no contiene un saber ya constituido, sino que solo retiene nada y que precisamente eso engendra este efecto de significación que retiene al sujeto a su lado.”1
En los desarrollos de Freud sobre el amor de transferencia, lo que sostiene esta palanca para la cura, es el valor atribuido por el sujeto, tanto a la cura como a la figura del analista, y es la pasión amorosa la que permite el trabajo en la transferencia, con la libre asociación. Ahora bien, hay un elemento que permanece oculto para el analizante, causa de la transferencia y que resulta fundamental como su sostén: el deseo del psicoanalista. Este elemento sostiene el saber supuesto para el analizante, al menos en los inicios de un análisis, para lograr el desarrollo del saber inconsciente, y delimitar lo que provoca, lo que causa este movimiento. O sea: movimiento hacia un objeto que resulta deseado, por estar oculto, que suscita el movimiento mismo; objeto preciado, que encanta y resulta encantador, agalmático. Que se puede decir está tanto del lado del analista como del analizante, o mejor, se juega entre ambos. Para este último es un encanto supuesto en el analista, en el psicoanálisis, objeto precioso escondido; aquel objeto que Alcibíades supone en Sócrates y quiere obtener. Pero como también juega del lado del analizante, no deja de tenerlo Alcibíades, el analizante resultaría una maravilla para el psicoanálisis, no porque sea éste un encanto, o por lo que dice en el análisis, sino porque con el lenguaje podría hacer maravillas.
Volviendo al brillo sobre la nariz, Freud descubrió en el desplazamiento de los idiomas, el objeto mirada (glance, en inglés), y, en el lugar de lo que provoca, de lo que causa ese destello, el encanto. My precious…Y como ocurre con Gollum cuando el anillo lo deja en la historia de Tolkien, los destinos del objeto y del sujeto se separan. El sujeto por su lado desfallece, vacila, desaparece ante el objeto; en cambio, éste, el objeto, es sobrevalorado. Por lo que adquiere la función de salvarle al sujeto su dignidad, de hacer del sujeto del deslizamiento infinito del significante, algo distinto. 
Entonces, lo que detiene el deslizamiento infinito de la cadena significante, por esa misma detención, adquiere para el sujeto un valor de objeto privilegiado. “De esta forma queda situado el punto de experiencia por el que Alcibíades considera que en Sócrates se encuentra aquel tesoro, aquel objeto indefinible y precioso que tras desencadenar su deseo fijará su determinación.”2
Momento de irrupción de Alcibíades en el banquete, hace trastabillar al amor y da el golpe de timón para llevar las cosas al terreno de la libido y el deseo. Es el planteo de Lacan al final de la clase La pulsión parcial y su circuito (Seminario XI), acerca del equívoco que daría la posibilidad de que el objeto de amor se convierta en objeto del deseo; quizás, esté dado por ese objeto precioso, ágalma, que además es señuelo. Ese objeto maravilloso, de la pasión amorosa, es el pivote, la bisagra para girar el amor y producir un cambio en su registro. Y la libido, éste órgano como lo denomina Lacan, instrumento, artificio, es lo que enlaza el inconsciente con la pulsión y el objeto (parcial). Lo hace donde se ubican los síncopes del inconsciente, en las hiancias que el significante instaura en el sujeto, donde éste se encuentra con la sexualidad; y traspasando el límite, el amor pone en juego lo que está más allá de él. “Ahora bien, justo en este punto de convergencia hacia el cual el análisis es empujado por la faz engañosa que encierra la transferencia, se produce un encuentro que es una paradoja -el descubrimiento del analista.”3

Naderías…
Entonces, sería el momento en que se podría ubicar una torsión en lo que toca al deseo y al objeto. Y tendríamos una primera inversión, dialéctica incluso, que sería: del objeto del amor, al objeto del deseo; viraje permitido por la función mediadora del objeto agalmático. Que no implica un cambio estático, único, sino un movimiento de ida y vuelta donde el amor y el deseo se imbrican, cambiando sus registros. Si ágalma estaba entre analista y analizante, si este objeto apasiona es porque dentro, oculto en él, está el objeto que causa el deseo. Lo que llevaría a una segunda inversión, la que se produce por el cambio de posición del objeto en relación al deseo: de objeto del deseo, a objeto causa del deseo. Movimientos y cambios de registro que involucran diferentes maneras de precisar los términos. El objeto del deseo, objeto encantador al que se dirige el deseo, fue formalizado por Lacan de diversas maneras. En relación a la transferencia estableció ágalma, y formalmente dispuso la notación –φ, para el elemento atrayente, que da lugar a la búsqueda de algo que colme la falta por él indicada. En tanto, así como indica una falta, una ausencia, por estar indicada por aquel resulta cautivante, también es señuelo, un guiño para el movimiento que el amor puede realizar. Además designó al objeto del deseo con la letra a, pero en tanto objeto que acapara el deseo, no como su sostén, sino como señuelo; y se designa i(a), objeto a en función de la imagen, dependiendo de la imagen.
Freud ubica la transferencia en torno a los polos positivo-negativo, en tanto Lacan la introduce por la lectura que hace de El Banquete, y el tema tratado allí: el amor. Éste, en un análisis, permite un cambio, una modificación en el orden del discurso, en el ordenamiento de los significantes, un salto cualitativo que llevaría los términos a otro registro; en tanto es el amor lo que pone en relación un objeto con la falta como tal, y permite el movimiento de ambos. Movimiento de la demanda incondicional de amor, pedido no de un objeto sino de nada, de lo que no se tiene (dar lo que no se tiene, es una definición para el amor), a la condición absoluta del deseo, en tanto lo que motoriza al mismo es esa falta, esa carencia misma. Así, la demanda de amor, de naderías, es la condición absoluta para el deseo, puesto que el deseo y el amor comparten una misma estructura: lo incondicional exigido por el amor se trastoca y se invierte en condición absoluta del deseo. Pero este movimiento marca además una separación entre deseo y amor. “Mientras el amor depende de los signos del Otro, el deseo está enganchado, estimulado por algo que está desapegado del Otro.”4 Es decir, en el amor hay una relación con el Otro, a quien se demanda su falta, su nada, incluso su ausencia, en cambio en el deseo juega un elemento insistente, hay una consistencia, una materialidad diferente a la nada que pide el amor. Y de lo que se sirve el deseo, a lo que el deseo está enganchado por fuera del Otro, es lo que le da su consistencia: el objeto a. Punto a partir del cual se invierten los términos, y el objeto del deseo se convierte en objeto causa del deseo. El objeto a es producto de la separación del sujeto y el Otro, separación operada en el análisis, que marca una brecha, una fractura entre el objeto a y el ideal con el que el sujeto se hacía representar en el Otro, a través del cual se veía como siendo amable. Ahora bien, cabría agregar una tercera inversión, de la que no se podría asegurar que fuera dialéctica que recorre el deseo; e implica un desplazamiento: del trabajo en transferencia a la transferencia de trabajo, e iría del analizante al analista. La separación que el análisis realiza, sólo es posible por el elemento que opera allí: “El deseo del análisis no es un deseo puro. Es el deseo de obtener la diferencia absoluta, la que interviene cuando el sujeto, confrontado al significante primordial, accede por primera vez a la posición de sujeción a él.”5
Entonces, desde el objeto agalmático que acapara el deseo hasta el objeto desprendido del Otro, el objeto a, objeto de la satisfacción freudiana, hay un movimiento posibilitado por el amor (de transferencia), y hay también una transmutación en el sujeto y en el registro de ese amor; que ya no será el mismo. Pues bien, ¿qué sucede con el amor, cuando el Otro del que dependía, cuando de este Otro no queda más que lo extraído de él, cuando solo queda su residuo, su despojo? Esto es, ¿cuándo solo queda el objeto a, como el último (y el primer) significante que determinó al sujeto?

Otro viaje…
Al final de la saga de Tolkien, Frodo pierde el anillo junto con el dedo en que estaba, por el corte que de una mordida Gollum le hace; precio que el hobbit tiene que pagar por el camino hecho hasta el filo de una caída mortal, de la que su amistad con otro hobbit lo salva. Y es la amistad como un bien en pugna contra fuerzas maléficas, como un ideal la que mantiene y empuja toda la narración ¿Qué sucede con Frodo luego de que se desprende del anillo con la pérdida irreparable, con cicatrices por su camino hasta el final? Sucede que debe abandonar ese bien, para emprender otro viaje. Y es claro que la obra de Tolkien concluye ahí. Introduciendo la referencia en el campo del psicoanálisis, el sujeto, luego de haberse desapegado del precious, su más preciado bien, de haberlo destruido en el lugar en que fue forjado, de abandonar aquello que lo mantuvo en el camino, ¿qué sucede con el amor de-en-por la transferencia, bien más preciado que mantuvo el trabajo del análisis? ¿Cuándo del Otro al que el amor se dirigía, solo queda reducido a su mínima expresión significante, el objeto a? Y es lo que Lacan plantea al final de su Seminario XI: “Solo allí puede surgir la significación de un amor sin límites, por estar fuera de los límites de la ley, único lugar donde puede vivir.”6
Omar R. Asan
1 Miller, J. A. Donc. Ed. Paidós. Pág. 304. 2011.
2 Lacan, J. Op. Cit. Libro VIII La transferencia. Ed. Paidós. Pág. 180. 2003.
3 Lacan, J. El Seminario, Libro XI Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis. Ed. Paidós. Pág. 276. 2003
4 Miller, J-A. Op. Cit. Pág. 245.
5 Lacan, J. Op. Cit. Libro XI, Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis. Ed. Paidós. Pág. 284. 2003.
6 Laca, J. Op. Cit. Pág. 284.

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CAPARAZÓN Y OBJETO AUTISTA: 
SU TRATAMIENTO

Silvia Elena Tendlarz *

1. Al entrar a mi consultorio, parece cautivado por el ventanal. Se para y se queda mirando absorto en silencio en dirección hacia el exterior. ¿Qué mira? ¿El ventanal, el ligero oscilar de las hojas del árbol, los departamentos en ambos lados, la profundidad del espacio, el marco de la ventana? Gira sobre su eje en expresión de júbilo, mueve los brazos como si aleteara y luego queda absorbido por una cinta que tira y vuelve a recoger una y otra vez. Su seriedad, su extrema concentración en esta actividad reiterada, lo vuelve totalmente ajeno a todo intento de lograr su atención. En determinado momento, le deslizo suavemente la cinta entre sus dedos y se lo muestro en oscilación. Por primera vez me mira, se dirige a mi para sacarme la cinta y reiteramos este “juego” de va y viene durante un pequeño momento. En cada oportunidad, se dirige hacia mí con su mirada y su mano buscando la cinta. Pero luego, este intercambio se interrumpe tan misteriosamente como se inició, el niño me da la espalda para sumergirse nuevamente en su movimiento solitario con la cinta.
Otro niño grita y patalea cada vez que la madre le propone algo que él rechaza con obstinación. Parado frente a una pequeña mesita, se ocupa de armar cubos. Luego se sienta, y yo frente a él, pero en ningún momento se dirige hacia mí con su mirada o su voz. Intento introducirme en sus movimientos con los cubos y sólo logro hacerme expulsar. Súbitamente, grito y pataleo como él. Por primera vez levanta su mirada con una gran sonrisa y se dirige hacia mí. Franqueado este paso, su soledad y aislamiento comienza a acompasarse con tímidas miradas que de tanto en tanto me dirige.
En estas primeras entrevistas ambos niños presentan un sutil barrera que intento franquear para entrar en contacto con ellos. A este invisible muro se lo ha denominado en psicoanálisis “caparazón autista” y expresa un funcionamiento subjetivo singular. El tratamiento analítico propone un tratamiento de este borde. Este concepto es explicado de diferentes maneras.

2. Frances Tustin, jefa de la Child Guidance Clinic de la Tavistock Clinic en Londres, explica al encapsulamiento autista como una modalidad defensiva. Los niños autistas protegen su vulnerabilidad engendrando la ilusión de tener una envoltura exterior a su cuerpo, como una cáscara dura.
Plantea que en los primeros años de vida los niños autistas toman conciencia de una manera particularmente dolorosa y dramática de su separación con la madre. Se sienten brutalmente arrancados de una madre que sentían como una parte de su cuerpo. Para protegerse de ese daño corporal y excluir otros trastornos ulteriores se protegen encapsulándose rígidamente. Su protección incluye ciertas sensaciones corporales sentidas como protectoras, de allí las manipulaciones de objetos, el balanceo o los movimientos estereotipados. El autista se envuelve en sensaciones corporales creando su envoltura protectora: se vuelve insensible a sensibles tales como el dolor. Por otra parte, se rodean de objetos duros a los que denomina “objetos autistas” cuya función es protegerlos de un ataque corporal y de la aniquilación total. Corresponden a los “objetos subjetivos” de Winnicott. A su entender, esta pseudo-protección de los objetos autistas le impide entrar en contacto con seres humanos que lo cuiden y que les ayude a modificar sus terrores.
El tratamiento que propone consiste en sacar al niño de su mundo bidimensional, pegado a las superficies, y maniobrar para engendrar objetos y figuras de sensaciones. Propone que los analistas hagan sentir su presencia y que no dejen que se los ignore de modo tal que pierdan sus barreras. A su entender, es importante hacer ceder el objeto autista para producir la posibilidad de sustituciones con otros objetos.

3. Jean-Claude Maleval plantea al autismo como una estructura que se caracteriza por un rechazo de la alienación significante y de un retorno del goce sobre un borde. Esta expresión, tomada de Eric Laurent, da cuenta de cómo el objeto se encuentra pegado al cuerpo de modo tal de construir una “caparazón autista” en su particular dinámica libidinal. El trastorno simbólico genera una enunciación muerta, desfasada, borrada o técnica. No se trata de un déficit cognitivo sino de una relación particular con el significante. Este rechazo impide que el goce se embarque en la palabra, y en su lugar retorna sobre un borde, con un objeto al que el autista se encuentra pegado. Se construye así un caparazón dentro de una dinámica libidinal. El “borde autista” es una formación protectora frente a un Otro amenazante, y dispone de tres componentes esenciales: la imagen del doble, los islotes de competencia y el objeto autista.
La hipótesis central de Maleval es la del rechazo del autista del goce asociado al objeto voz que determina las perturbaciones del lenguaje: No se trata aquí tanto de la sonoridad sino de la enunciación de su decir. “Nada angustia más al autista”, dice Maleval, “que ceder su goce vocal alienándose al significante”. Se protege entonces de la presencia angustiante de la voz a través de lo verboso o del mutismo, y evita la interlocución del Otro. Aun cuando hablen con fluidez, como en el caso de los autistas de alto nivel, se protegen del goce vocal a través de la falta de enunciación. De allí deriva la soledad del autista en cuanto a tomar una posición de enunciación, como así también la fijeza en su esfuerzo de mantener un orden estático frente a lo caótico de su mundo.
Plantea a continuación dos tipos de salidas posibles a la posición de repliegue inicial y de rechazo del otro en la infancia, que van de la creación de un doble en la infancia, a la creación de un Otro de síntesis en la adultez a través de la memorización de signos y, finalmente, el uso de objetos autistas muy complejos. Así, de la soledad y del mutismo del autismo precoz, en un segundo tiempo es posible encontrar el trabajo sobre el retorno de goce sobre el borde en el síndrome de Asperger de la edad adulta.

4. Eric Laurent indica que la inclusión del sujeto en el autismo implica el funcionamiento de un significante solo en lo real, sin desplazamiento, “pieza suelta” que actúa de modo tal que busca un orden fijo y un simbólico realizado sin equívocos posibles. El encapsulamiento autista es una burbuja de protección cerrada de un sujeto sin cuerpo. El problema que se plantea entonces no es tanto cómo se construye un borde sino cómo se desplaza ese neo-borde que muy bien constituido.
Al llegar a la consulta el niño autista suele rechazar todo contacto con el otro en la medida en que es experimentado como intrusivo frente a un borde encapsulado, casi pegado a la superficie de su cuerpo. El desplazamiento de este caparazón se produce a través de intercambios articulados con un otro experimentado como menos amenazante. Se busca construir un espacio que no sea ni del sujeto ni del otro, un espacio que permita un acercamiento que extraiga al niño de su indiferencia y de su repetición exacta de su relación con el otro, y articular así un “espacio de juego” –aunque reste precisar cuál es el estatuto de ese juego-. Estos intercambios en lo real, no puramente imaginarios, en los que interviene la metonimia de objetos, permiten la construcción de un espacio de desplazamiento del borde y la emergencia de significantes que pasan a formar parte de su lengua privada.
En algunas oportunidades se incluye el “objeto autista” con el que el niño se desplaza y entra también en el circuito de objetos. Ese objeto es parte de la invención personal, por lo que la orientación analítica que apunta a la operación de “separación”, sin por ello inscribirla, no indica de ningún modo, a diferencia de Tustin, que haya que despojar al niño de ese objeto.
Para aplicar el psicoanálisis al autismo es necesario permitir al sujeto separarse de su estado de repliegue homeostático sobre el cuerpo encapsulado y pasar a un modo de subjetividad del orden de un “autismo a dos”. Hay que volverse el nuevo partenaire del sujeto, por fuera de toda reciprocidad imaginaria y sin la función de interlocución simbólica.

El destino del tratamiento no está inscrito en ningún protocolo establecido. Es una invención que involucra tanto al sujeto como a su analista.


*Silvia Elena Tendlarz es Psicoanalista. Analista Miembro de la Escuela de la Orientación Lacaniana, de la Asociación Mundial de Psicoanálisis y Miembro de la Ecole de la Cause Freudienne. Responsable del Departamento de Autismo y Psicosis en la infancia del CICBA. Directora de la Colección Diva. Profesora de cursos de Doctorado de la UBA, de la Maestría del UNSAM, del ICdeBA. Autora de numerosos libros en varios idiomas.



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Lo no siempre dicho//

La Historia del Medio Pollo

"Mi primer libro de lecturas empezaba con una historia titulada Historia de Medio Pollo”... “Lo que yo enseño desde que articulo algo del psicoanálisis podría muy bien llamarse  Historia de medio sujeto."

J. Lacan. Seminario 17
Lacan recuerda en aquella oportunidad del dictado de su Seminario 17, una historia que leyó en su infancia. La referencia nos ubica en un cuento popular indoeuropeo: La Historia del Medio Pollo. Historia no divulgada en nuestra región, en el repertorio popular de los cuentos infantiles.
Sin dudas pueden hallarse diferentes versiones, más o menos extensas y en distintas latitudes. Algunas de ellas mencionan a dos vecinas que se disputaban el pollo, o dos hermanas, o dos granjeros, que terminan partiendo a la mitad al animal, etc.
Lo que encontramos en común es un pollo, la mitad de él, relacionándose de una manera un tanto disparatada, absurda, con el resto de los personajes, tanto es así que terminan por introducirse algunos animales dentro del cuerpo del medio pollo y en varias de las versiones, por su trasero.

La historia que aquí presentamos es más o menos como sigue, basados una traducción del francés al español, para el uso interno del Seminario del Campo Freudiano de Barcelona de Miquel Bassols.

Un hombre y una mujer que eran muy desgraciados. Sólo tenían un huevo para la cena. Lo cortaron en dos y lo pusieron a hervir. El hombre se comió su mitad pero la mujer no se comió la suya. La puso a incubar entre los volados de su blusa y nació un medio pollo.
Un día que Medio Pollo escarbaba en el estiércol, encontró una bolsa llena monedas de oro. Un ropavejero que pasaba por allí lo escuchó gritar de alegría por el hallazgo, entonces le quitó la bolsa. Medio Pollo no estaba dispuesto a quedarse de brazos cruzados siguió al hombre que se iba. En el camino, de repente, vio un enjambre de abejas. Las abejas le dijeron lo siguiente: 
- ¿Adónde vas Medio Pollito?
- Venid conmigo y lo sabréis.
- ¡Pero es que no podemos seguirte!
- Meteros en mi trasero y os llevaré.

Así sucedió con un perro, un zorro, un lobo, incluso con un río que atravesaron. El río se metió también en el trasero de Medio Pollo y llegaron a la casa del hombre. El medio pollo comenzó a reclamarle por su bolsa de monedas de oro. El hombre se lo explicó todo a su mujer. La mujer dijo que lo pusieran a dormir con el resto de las gallinas, el gallo se ocuparía del medio pollo al día siguiente. Cuando el gallo empezó a meterse con el medio pollo, viéndose este perdido, dijo: 
- ¡Zorro, zorro, sal de mi trasero o estoy perdido! El zorro salió y se comió al gallo y a las gallinas.
Al día siguiente, el hombre y la mujer escucharon al pollito seguir con sus reclamos y decidieron que sería el mulo quien lo ponga en su lugar. El mulo daba vueltas y pateaba. El pollito viéndose perdido una vez más dijo: 
- ¡Perro, perro, sal de mi trasero o estoy perdido! El perro salió y se puso a ladrar. Y el mulo rompió su cuerda y se marchó corriendo.
Al día siguiente, el pollito insistía por su bolsa de monedas de oro, por ello lo pusieron con los corderos para que lo apretujen, pero el pollito hizo salir al lobo.

- ¡Lobo, lobo, sal de mi trasero o estoy perdido! El lobo salió del trasero del pollito y se comió a todos los corderos.
Como el pollo no desistía con su reclamo, decidieron hacerlo dormir con ellos y apretarlo para ahogarlo. Pero el medio pollo gritó:
-¡Abejas, abejas, salid de mi trasero o estoy perdido! Las abejas salieron y empezaron a picar a aquellos pobres viejos que no siguieron mucho rato en la cama.

Viendo que el pollo no estaba dispuesto a dejarse vencer, pensaron cocinarlo en el horno. El pollo gritó una vez más:
- ¡Río, río, sal de mi trasero o estoy perdido!  El río salió, y regó el fuego y lo apagó.
El pollo no paró de gritar. Los viejos dijeron entonces: 
- ¡Pues ya está bien, dejémosle marchar entonces! Tiraron la bolsa por la ventana y dejaron marchar a Medio Pollo que se fue y se fue por los campos. Y ya no lo vieron nunca jamás.”




Una vez más constatamos que un simple cuento infantil disparatado sirvió de apoyatura a Lacan para hablar del “Sujeto Dividido”. Un sujeto que no se resigna a perder, un sujeto que colecciona tantas identificaciones como puede..y luego con ellas se defiende!
En la IV clase del Seminario 17, “Verdad, hermana de goce” Lacan propone, entre otras cuestiones, un tratamiento sobre la lógica de la verdad del sujeto del psicoanálisis. Verdad que se plantea como poco accesible, no completa, no como una verdad última, sino tal vez como aquello que tiene que ver con la inclusión del Otro y con las condiciones de constitución del sujeto.
La verdad en tanto efecto del lenguaje, que no es otra que una verdad que tal vez está escondida, pero no ausente.
¿Cuál es la relación el Medio Pollo con la historia del medio sujeto? pregunta Lacan. En aquel libro de su infancia, comenta, había una imagen de un solo perfil del pollo, el lado “bueno” dice, y otro que no se veía, probablemente el corte estaría justo en el lugar donde emerge la verdad, una media verdad…

Lo que sigue de aquella clase, la otra mitad, lo invitamos a usted estimado lector a continuar su recorrido!!


Gabriela L. Céspedes
Lic. En Psicología
Miembro del Grupo de Estudios Psicoanalíticos

Bibliografía:
Jacques Lacan: Seminario 17. "El reverso del psicoanálisis”. Clase del 21 de Enero de 1970.
Miquel Balssols: L’aperiòdic virtual de la Secció Clínica de Barcelona. 2005


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Rodolfo Walsh, el relato como espejo voluntario
Olga Astudillo




Rodolfo Walsh es un escritor argentino cuyas obras de ficción resultan atractivas no solo para disfrutar con su lectura, sino también para entrar en el juego de realizar asociaciones de los recursos narrativos. Pocos lectores desconocen su fama por la creación de obras de la denominada “ficción de la no-ficción” : Operación masacre, ¿Quién mató a Rosendo?. El esta oportunidad nos referimos únicamente a textos de su libro Variaciones en rojo es decir sus relatos policiales
En el estudio de la obra de Rodolfo Walsh ha quedado un elemento residual con posibilidades de brindarnos otras lecturas de sus textos: el paratexto. Ese plus del texto tiene una presencia notablemente marginal cuya existencia se evidencia en los textos expositivos, porque según dicen los especialistas desde su posición extraterritorial ayudan a la comprensión. No se puede desconocer la larga tradición en la literatura universal que nos muestra el uso del paratexto pero con funciones diferentes de las corrientes tales como la ampliación, aclaración del significado de manera que no podemos dejar de considerar esos elementos marginales que invaden- para decirlo de alguna forma- el texto literario.
En las obras de Rodolfo Walsh encontramos esta estrategia en los relatos policiales del libro “Variaciones en rojo”, ellos son “La aventura de las pruebas de imprenta”, “Variaciones en rojo” y “Asesinato a distancia”, en los cuales no sólo utiliza la nota al pie de página sino también cuadros estadísticos, apéndices, planos cartográficos para llegar al extremo en el relato Nota al pie” donde la nota al pie desplaza totalmente al texto tanto el aspecto espacial como semántico.

La nota al pie de página en los relatos que constituyen el libro Variaciones en rojo no exceden los límites de lo que tradicionalmente se estipula para estos elementos paratextuales convirtiéndolos sólo en apoyo para contribuir a la veracidad de lo enunciado
Uso de la nota al pie de página en el cuento “Nota al pie”
En el relato “Nota al pie” la transgresión llega al límite porque el lector se enfrenta con varios elementos marginales incorporados al texto. El título privilegia dos sentidos: alude al recurso específico y a la carta que constituirá la nota al pie. El lector cómplice puede entrar en el juego de la estrategia para seguirlo o no. Si continúa con la lectura de la nota al pie se desvincula de la historia narrada en tercera persona, es decir del texto principal. Hay dos voces en pugna que se contradicen, que disputan por la verdad. El narrador de la nota al pie nunca pudo expresar lo que sentía siempre debió aceptar lo que el jefe ordenaba, más aún, es casi anónimo pues en la impresión de los textos traducidos sólo aparecen las letras iniciales de su nombre.
En segundo lugar la tipografía es otro elemento paratextual que indica en cada caso la diferencia de narradores. En romana corresponde a la historia que en tercera persona refiere la muerte de León y en bastardilla la carta de León a su jefe que constituye la nota al pie de página.
Debemos destacar la presencia de otro elemento marginal que hace irrupción en el texto : la carta. En el relato la nota al pie es precisamente una carta que León envía a su jefe. Este género discursivo desde su marginalidad completará la historia que se narra en el texto. Más aún en la carta hay una referencia a la nota al pie de página:
Pero lo que me llenó de bochorno fue la implacable tachadura del medio centenar de notas al pie con que mi ansiedad había acribillado el texto. Ahí renuncié para siempre a ese recurso abominable” (p 438).
La cadena de referencias a la nota al pie se ha triplicado en el texto por lo cual el lector no puede dejar de advertir su recurrencia, obviar la nota al pie significaría eliminar el texto, lo que nos mostraría una contradicción con los conceptos transcriptos sobre los elementos paratextuales. El uso que Rodolfo Walsh les brinda no debe ser considerado accesorio sino que asume la jerarquía de texto principal.
No debemos olvidar que estos relatos de Rodolfo Walsh fueron elaborados en 1953 y “Nota al pie” en 1967 tras varias décadas, hubo una explosión de teorías sobre este tipo de formas discursivas pero su uso siempre estuvo presente en la literatura universal . Entendemos que todo texto inserto en una cultura responde a diversos factores de índole extraliteraria y en el mismo quedan marcas, algunas veces evidentes otras subliminales de los pensamientos, lecturas, circunstancias históricas, políticas, la visión del mundo del autor, la ideología que alude al sistema de valores registrados en una escala jerárquica y referidos a la realidad global (ética, estética, religiosa, etc.). La obra de Rodolfo Walsh muestra esto, pues su aproximación literaria se efectúa desde lo marginal.
En la década del 40 al 50 el relato policial antes considerado un género marginal comenzó a ser valorado como literatura . Se puede observar en el análisis la recurrencia a elementos marginales del texto por lo cual se estima que esa ideología subyacente se verbaliza en los textos posteriores catalogados como ficción del testimonio o ficción de la no ficción según la línea crítica que se adopte.
Tal vez la presencia muy marcada de lo paratextual como elemento marginal del texto estaría relacionada con la concepción verbalizada de la ideología. Podríamos suponer a esa invasión de lo externo al interior del texto como simbólica, tal vez responda a una incesante búsqueda de Rodolfo Walsh de la verdad y la justicia. Los problemas cotidianos de la vida del hombre adquieren en el enunciado un formato transgresivo. La escritura-dijo Walsh- es un instrumento de lucha, que en los relatos asume el sujeto de la enunciación. En los textos analizados, la defensa de los marginales o sometidos entra por los márgenes del texto hasta asumir el protagonismo en “Nota al pie”.
La condición renovadora de los textos mencionados corresponde a la textualización de la ideología que se traduce en la composición del texto. El código de la lengua no alcanza para representar la realidad y se debe apelar a los recursos marginales hasta darles jerarquía de texto en una transgresión evidente de lo establecido por la retórica del texto. Los marginales, los que no tienen voz en estos relatos bordean los márgenes del texto por ejemplo en “Nota al pie” y luego, desde su disposición asumen el primer plano.
Bibliografía
Alvarado , Maite Paratexto U.B.A. 1994
Bajtín, Mijail Estética de la creación verbal Siglo XXI México 1995
Walsh, Rodolfo Obra literaria completa Siglo XXI México 1985


Autora:   Olga Astudillo
Licenciada en Letras. Profesora de Castellano, Literatura y Latín
Dictó y coordinó numerosos cursos en su especialidad destinado a docentes. Como investigadora en el área de la literatura participó con trabajos en Congresos Nacionales e Internacionales donde difundió la obra de escritores santiagueños y argentinos. Reside en Santiago del Estero.


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Entrevista

A la Dra. Gisela UntoiglichMarzo 2013


  1. ¿Podrias contarme un poco la historia del grupo, cómo llega a conformarse el grupo "Forum ADD"? ¿Cuál es el recorrido o giro epistémico que deriva en el cambio de su nombre: "Forum Infancias"?

Pertenezco al Grupo Forum Infancias desde su fundación. Somos un grupo de profesionales: psicólogos, psiquiatras, pediatras, neurólogos, psicopedagogos, entre otros, que desde el año 2005 estamos preocupados por el auge que viene tomando la patologización y medicalización de la infancia. En un comienzo el Trastorno más difundido era el “Trastorno por Déficit de Atención con o sin hiperactividad” (TDA-H, la sigla en castellano; ADD-H por su sigla en inglés), categoría con la que son estigmatizados niños que presentan diferentes características, es por esto que el nombre del grupo era ForumADD. Sin embargo, luego comenzamos a percibir que no se trataba de un único diagnóstico específico, sino de una lógica aplastadora de la infancia que está sucediendo en nuestro país y en el resto del mundo, es por eso que modificamos el nombre de nuestro grupo a Forum Infancias y que establecimos redes de contacto, firmas de Manifiestos conjuntos y organizamos Simposios internacionales para alertar sobre esta problemática, ofertar espacios de debate y a su vez ir armando respuestas diferentes que se transformen en intervenciones subjetivantes.
En este link encontrarán los diferentes Manifiestos de distintas organizaciones que en diversos países estamos trabajando contra los etiquetamientos y la lógica clasificatoria del DSM -que lleva a la medicalización del padecimiento- y a favor de la escucha, la lectura y el abordaje subjetivante del sufrimiento psíquico. http://www.foruminfancias.org.ar/documentos/t36.htm

2) Se sabe que los nuevos diagnósticos propagados por el DSM, como lo es el Déficit de Atención (con o sin hiperactividad), reúnen síntomas y signos en amplias categorías basadas en criterios estadísticos, ¿se trataría de nuevos nombres para viejos y ya conocidos modos del sufrimiento infantil? Pienso en lo que antes se denominaba "Disfunción cerebral mínina". O se podría decir que junto con los nuevos nombres han cambiado las modalidades del sufrimiento en la actualidad, ¿están los niños más angustiados?
Estas son muchas preguntas juntas, que es necesario desglosar. Por una parte, siempre existieron niños desatentos, niños inquietos, niños que no se adecuaban a lo esperable y para categorizar esto hubo distintas nomenclaturas a lo largo de la historia de la ciencia. La Dra Moysés, pediatra y la Dra Collares, pedagoga de Brasil, colegas con las cuales escribí mi último libro (“En la infancia los diagnósticos se escriben en lápiz”, que se presentará en junio en el IV Simposio sobre Patologización de la Infancia, en Buenos Aires), realizan un estudio profundo sobre esta temática. Plantean que ya desde 1896 se suceden hipótesis de enfermedades neurológicas que afectan exclusivamente a la enseñanza y al comportamiento; hipótesis nunca comprobadas y criticadas dentro de la propia medicina. En esta trayectoria, siempre que el cuestionamiento ha llegado a lo que se podría llamar nivel crítico, se produjo la transmutación de la hipótesis vigente en una nueva, diferente y absolutamente igual. Cambios cosméticos, que no profundizan nunca en lo esencial. En 1918, Strauss, neurólogo estadounidense, especuló acerca de la existencia de una lesión en el cerebro demasiado pequeña para afectar a otras funciones neurológicas, pero suficiente como para comprometer exclusivamente el comportamiento y/o aprendizaje. De ahí el nombre de Lesión cerebral mínima. Esto fue publicado sin ninguna evidencia empírica. En 1962, tiene lugar en la ciudad de Oxford un Workshop internacional, reuniendo a los equipos de investigación que se dedicaban, desde 1918, a encontrar la lesión preconizada por Strauss. Unánime Resultado: utilizando todos los recursos disponibles, ningún equipo fue capaz de encontrar la lesión, en la gran cantidad de personas a las que se les atribuía el diagnóstico de Lesión Cerebral Mínima (LCM). Conclusión obvia: no había Lesión Mínima! El error de Strauss, sin embargo, fue presentado sólo como un error conceptual: si no había ninguna lesión, sólo podía ser una ¡disfunción! Así nació la famosa Disfunción Cerebral Mínima (DCM). En 1984, la Academia Americana de Psiquiatría, considerando que los criterios para el diagnóstico de DCM eran vagos, subjetivos y confusos y, también, que el defecto se localizaría en el área de la atención, propone un nuevo cambio, con el lanzamiento en el mercado de la más nueva sensación: el Attention Deficit Disorder (ADD), cuyos criterios fueron aun más difusos.
Todas estas hipótesis deben ser entendidas en el contexto de la tendencia constante de la sociedad a discriminar, para erradicar el "peligro" de los comportamientos diferentes, de los socialmente establecidos como "normales". La forma en que fueron tratados los comportamientos "desviados" en toda la historia del hombre, es un eje central para comprender por qué la medicalización resulta tan fácilmente aceptada y difundida, pues responde a los deseos de la propia sociedad.
En la actualidad la desatención y la hiperactividad son modos de dar a ver el sufrimiento infantil, que no suele ser escuchado y alojado y muchas veces termina siendo silenciado con medicación psicofarmacológica que no solo no resuelve el problema de base, sino que silencia los determinantes de ese sufrimiento, con múltiples riesgos para la salud presente y futura del niño.



3) Desde el psicoanálisis se caracteriza a esta época como la época del Otro que no existe, en tanto han caído o se han visto debilitadas las coordenadas simbólicas que orientan a los sujetos. En este contexto se asiste a la creciente medicalización de la vida en general y de la infancia en particular. Vos planteabas que esta táctica patologizadora de la infancia invisibiliza la trama social y familiar que hace que el niño se muestre de ese modo. ¿Cómo describirías, de modo general, la trama sociofamiliar que se intenta silenciar?
El auge del neoliberalismo de los años noventa ha dejado como una de sus consecuencias un “sálvese quien pueda”, grandes masas han quedado en los bordes del sistema y otras directamente han sido excluidas, esto genera que los adultos tengan su mayor cantidad de energía ocupada en ver cómo sostenerse en el sistema y poca disponibilidad para los largos tiempos de entrega que implica la crianza de un niño. Al no haber redes de sostén en la familia, es una época en el que hay un importante debilitamiento de los lazos de sostén, el niño es institucionalizado cada vez más temprano y se le exige una autonomía que no puede sustentar. Los padres terminan intentando sostenerse en los niños y éstos quedan muy desamparados.
Por otra parte, si cada vez tenemos más niños con dificultades, más niños que no se adaptan al sistema, niños que necesitan estar medicados para transcurrir su escolaridad, quizás deberíamos preguntarnos qué estamos haciendo como sociedad para que esto ocurra, qué sucede con el sistema educativo que no puede alojar a estos niños en sus diferencias, qué sucede con los adultos que no pueden contener a tantos y tantos niños.

4) Podemos ver hoy a la infancia como objeto de discursos dispares, por un lado tenemos al niño como sujeto de derechos que debe ser escuchado y respetado en su particularidad y, por otro lado encontramos esta tendencia a objetalizar a los niños como puros organismos que se deben normalizar y controlar. ¿Cómo se puede leer esta paradoja desde tu punto de vista?
Considero que vivimos una época de cambio de paradigmas, pero aún la lógica positivista nos encorseta y sigue generando efectos en el pensamiento científico. Es cierto que en ciertos discursos aparece el niño como sujeto de derecho que debe ser escuchado, sin embargo continúa habiendo una preeminencia del niño como alguien a ser domesticado / normatizado, sin entender que su conducta puede ser un modo de expresión de un malestar. Por otra parte creo que esto no sólo tiene que ver con el niño, sino con una sociedad que no da lugar al sufrimiento, a los procesos. Con la llegada del DSM 5 si una persona está más de dos semanas triste por la pérdida de un ser querido (no importa si es la madre o el gato), esto será considerado duelo patológico y medicado. Asimismo, tampoco hay lugar para los procesos sociales de cuestionamiento y cambio, entonces todo aquel que se presenta como cuestionador al sistema es sujetado químicamente y aplacado.
Los adultos se medican para soportar las exigencias del sistema y ven con “naturalidad” medicar a sus hijos para que también puedan sostenerse, porque los riesgos de eventualmente quedar excluidos del sistema parecen ser mayores que el del consumo de sustancias químicas por un sujeto que está en proceso de constitución de su subjetividad, de su cerebro, de todo su ser.

5) ¿Cómo podemos trabajar con los médicos, docentes y otros colegas para revertir esta rápida patologización del sufrimiento infantil?
En principio considero que tenemos que entender como sociedad qué es lo que está ocurriendo, luego que los profesionales comiencen a cuestionarse que implicación tienen en establecer esta lógica medicalizadora y a responsabilizarse por sus acciones. ¿Cuál es la hipótesis de un maestro cuando envía al niño recién llegado de un país limítrofe, al neurólogo para que lo estudie porque no participa en clase? ¿Cuál es la hipótesis de un médico que está ante un niño visiblemente maltratado y lo medica porque no atiende en la escuela? ¿Cuál es la lógica de una madre que lleva a su hija al neurólogo porque no para de moverse, cuando en realidad ve la angustia de la niña cada vez que se acerca el abuelo y se niega a quedarse a solas con él?
Es fundamental que los profesionales entiendan que un diagnóstico necesita tiempo, que no se resuelve con el completamiento de un cuestionario, que somos clínicos y no burócratas de la clínica, que la observación de las conductas sólo nos permite encontrarnos con lo visible, pero que es necesario un involucramiento y un compromiso con el otro que nos permita entender los problemas en su complejidad y no la simplificación aplastante que sólo aplaca el problema, sin resolver las determinantes de fondo.
Si algo nos enseña la clínica con estos niños, es que según el tipo de intervenciones que se produzcan, pueden construirse diversas modalidades de organización subjetiva que previamente no eran posibles, o también puede obstaculizarse su surgimiento.
En la actualidad existen fuertes debates acerca de cuáles son los modos de abordajes con estos niños. Una puja supuestamente científica, pero atravesada por múltiples intereses políticos, biopolíticos y fundamentalmente económicos y un ataque feroz hacia el psicoanálisis. Por otra parte el psicoanálisis más tradicional parece adormecido, o se refugia en sus propias trincheras y parece que no pudiera dar respuesta a los malestares de la época. Sin embargo, si nos planteamos el desafío de apuntar hacia un psicoanálisis cuestionador, que pueda construir en los bordes, que camine por las fronteras, que no esté tan preocupado por seguir “el método” que la ortodoxia impone (¿qué ortodoxia?, sin duda no la de Freud que era un inventor), que pueda salir de su propio aislamiento y enriquecerse de otros aportes y otras disciplinas de la ciencia actual, que no entienda la abstinencia profesional como falta de compromiso, que sea capaz de lidiar con la impredictibilidad y soportar la incertidumbre, que deje de lado su soberbia, que confronte y discuta ideas y no narcisismos, que incluya en sus estrategias el trabajo con profesionales de otras disciplinas en calidad de pares, que se implique en la cura de sus pacientes, manteniendo una asimetría pero estableciendo un compromiso mutuo, que escuche la singularidad teniendo en cuenta el contexto socio-histórico, que parta de lo existente y construya lo que nunca estuvo, ese modo de abordaje desde el psicoanálisis seguramente tendrá mucho que aportar en el trabajo con estos niños y sus familias y el encuentro con otros profesionales, construyendo una clínica que apunte a la singularidad, al alojamiento de las diferencias sin necesidad de patologizarlas.


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Ay, Amor”, mestizaje entre lenguas, cuerpos, mujeres y una obra teatral.

Graciela del V. Córdoba
Facultad de Humanidades, Ciencias Sociales y de la Salud.


Plato mestizo es una obra elaborada en base a retazos de todo tipo: algunos textos de La máquina de hacer paraguayitos  de Washington Cucurto, cuyo género no puede ser abordado aquí, pero que no fue pensado como teatral. Retazos, improvisaciones, despojos, restos de ropas, de mobiliario, de imaginarios.
Laura Gallardo, Mauricio Dolores y quien escribe, Graciela Córdoba,  armaron con estos retazos, rezagos, objetos de descarte, situaciones a las que una investigación musical busca  hilar entre sí, tomando dos géneros musicales de la “pasión”, el bolero y el tango. Tres mujeres entre ellas un actor vestido de mujer, en un conventillo de Buenos Aires convocan a desandar una memoria, también en retazos. Los personajes son prostitutas y están en un conventillo, por lo tanto la vacilación retórica en su habla tampoco corresponde a su situación social, de clase, edad ni género.
A lo largo del trayecto nos asistió como lo hace desde 1990 nuestro maestro de Expresión Corporal y Arte escénico, César Istillarte, discípulo de Susana Milderman e indirectamente de Pina Bausch. Fue así que en nuestra historia se produjeron obras cortas entre la poesía y la danza para desembocar en esta puesta como desde un camino.
La memoria y el peso de lo no dicho transitan como soledad, como sexo, como mercancía. Los demás retazos vienen del chisme, el rumor, la murmuración, tanto como la inclusión de olores y objetos privilegiados, que se transforman en signos de un universo semiótico, campo de lo popular marcado por la tradición en cuanto al deseo . La insistencia del significante retazos alude a un intento de circunscribir algo de lo que no puede ser representado en la trama y a la vez convoca los tres registros de Lacan; Real-Simbólico e Imaginario.
El trabajo intenta reconstruir el proceso de producción de esta obra teatral en cuanto a tres aspectos: contexto de elaboración, entendiéndolo desde el espacio mismo de representación y puesta, hasta la circulación en pueblos y ciudades del noroeste argentino. Aspectos meta-teóricos como la reflexión acerca de las variedades lingüísticas, que dentro de la misma lengua madre, opera con diferencias de clase, grupo social, genero, actividades. Y en tercer lugar los otros lenguajes, con especial mención al musical, junto al cual se construye una estética proliferante que establece un juego de reenvíos constantes. Apostamos a que el juego sea jugado por los integrantes del círculo actores-público.
  1. Indagación lingüística
Como lo anticipara, los textos con que los actores trabajan no corresponden a nada que se parezca a género teatral, antes bien serían textos con forma de poemas cuyo ritmo se ha interrumpido, en los que la irrupción de variaciones se desplaza tanto hacia el habla popular como a otras estrictamente literarias. También estas variaciones son de carácter diacrónico, lo que de hecho crea una serie de disrupciones temporales, por las que los actores parecen comunicarse en una lengua obturada, ajena y propia.
Los textos se expresan en una singularidad marcada ya que superficialmente tampoco tienen conexión entre sí en el transcurso de la obra, donde las diferencias dialectales se acentúan pues alternan el habla popular de Buenos Aires, de República Dominicana, Paraguay, Perú y otros países del Caribe. Cita: “Idalina Justina y Miguelina, tus tres primas suben las escaleras del yotibenco, como una bandada de mariposas embrujadas o un oleaje de aguas carbonizadas dando zancadillas y elevando oropéndolas en llamas, aprendizas de un parto de serpientes, un tacto y contacto de abejorros, un diablerío en el revoltijo de los mestizajes, escupen y mojan las prendas íntimas expuestas ¡puercas! ¡guaracheras!…” (1)
Frente a este modo disruptivo, se asume el riesgo de la incomunicabilidad propia de la palabra, experiencia vivida en cada puesta, ya que de hecho, no somos actores de palabra. Así resolvimos trabajar con la experiencia que tenemos en cuanto al equívoco permanente y poner en juego las lenguas y hablas, que circulan a su propio albedrío y mestizaje. Ello incluye nuestro propio aparato tonal y morfo-sintáctico del interior de Argentina, fronterizo entre Santiago del Estero, San Miguel de Tucumán y Catamarca, que suena similar entre sí pero no se escucha como ninguno de ellas. A su vez, cada aparato tonal se escucha diferente en acentuación entre sí si bien forman parte de la misma región geográfica.



No obstante, este punto es una investigación aún en el proceso de producción que cada puesta implica, de qué manera se resuelve y es receptada por el público, la vuelta sin hesitaciones entre frase y frase, los pasajes de un erotismo crudo a citas de una retórica casi mística como la de Fray Luis de León. El nexo se logra quizás por una forma estética propia de la literatura de Manuel Puig, : las formas del chisme, la murmuración, casi “naturales” al prototipo del folletín en el universo femenino. Es muy claro que este elemento da un cierto “orden” a los textos aislados pero pragmáticamente ancla también al público a un lugar en el que convergen, lo no referencial, lo metafórico.
Lo que hasta aquí se escuchan son voces de un discurso abigarrado, por momentos bizarro, que sostiene su coherencia y cierta cohesión desde otros órdenes discursivos, podríamos decir siguiendo a Lotman, que en el estudio de la percepción del lector, se advierte la pertinencia de “una teoría de la mezcla de las lenguas”, habla incluso de criollización de los lenguajes, de mestizaje…(Lotman: 1981). (2)
  1. Otras cadenas significantes: la construcción espacial y universo semiótico.
El lugar donde transcurre la obra es el espacio de un conventillo, “yotibenco”, lo llamamos como lo designan los textos pero está dispuesto a la manera de cualquier habitación pobre de Latinoamérica. Las mujeres esperan invitados y mientras cocinan algo en una frágil mesa de madera, sostienen sus diálogos. Ha sido diseñado con un carácter kitsch, cada uno de los elementos tiene un sentido, evoca algo: la soga de colgar la ropa por ejemplo, atraviesa todo el espacio de manera que el público ingresa a un espacio escénico desde el inicio.
Una bolsa de compras, un fuentón para lavar ropa, algunas revistas, una valija. En todo este campo de significancia, alguno de ellos fue cobrando valor semiótico por sí por ejemplo un espejo en el que cada una de las mujeres ha depositado pequeños objetos: un lápiz labial, aros, pintura de uñas, velas y estampas que alguna enciende en un momento.
Otro significante que fue cobrando relieve es un par de zapatos rojos, muy brillante que calzará una de ellas en un momento. Tanto el espejo como los zapatos, la valija, una peluca, se fueron develando como lugares de transformación, signos de la aparición de otras modalidades de mujer y al mismo tiempo, signos de desaparición. Se intensificó a lo largo de las puestas como lugar de transformación simbólica de los personajes.
En estas escenas podemos reconocer al mismo tiempo toques de una estética al estilo Almodóvar de sus primeras películas pero también se introduce una problemática lacaniana: La mujer como universal simbólico no existe, al no existir tal totalidad es que ella adviene No-toda. El elemento espejo, soporte material en la operación fundante del proceso de constitución de sujeto, ¿Cómo incide e implica a cada una de ellas en el proceso de devenir mujer?
El acto de cocinar, los olores:
Si bien el mismo constituye la acción principal en la estructura de superficie de la puesta, la preparación de la comida para la fiesta, apela a una nueva serie de significantes: los colores reverberantes de tomates, la palta, el ají, el pimiento… El procedimiento ha sido bastante difundido por la literatura barroca y el realismo mágico latinoamericano, estamos ante otro estereotipo.
En una de las primeras escenas, la primera mujer que llega empieza a cortar cebolla.
Agregamos entonces otra sensación que inunda el espacio que comparten espectadores y público: el olor de la cebolla, que no consigue disimular las lágrimas. En el transcurso de la puesta, todas cortan, limpian y preparan la comida. Al olor de la cebolla se agregará el de hierbas y especias procurando que inunden la sala, que se perciba desde cada espectador.
La música:
Ante la necesidad de mirar, escuchar y ponernos en la piel de estas mujeres que se piensan a los gritos, la música se fue convirtiendo en un tema de investigación. Si bien los textos hablan de bachatas, salsa, cha cha cha, mambo, quizás por reminiscencia del género de la telenovela, de la llamada “novela rosa”, nos acercamos a la canción popular. Quizás también la mención de Sandro, cantante popular argentino , nos decidió a trabajar con el bolero y el tango.
De este cantante tenemos una memoria vívida, ya que hubo-hay, un público de mujeres de toda edad, de formación cultural masiva, de diferente clase social, que lo siguió a lo largo de todo el país, lo acompañaba a la puerta de su casa, durante sus cumpleaños, enfermedad, hasta su muerte.
Y aquí es donde ya nos resulta interesante pensar en el diálogo que se establece entre las escenas primarias, las de la tradición, la de estereotipos para el caso, con la puesta en relación de un complejo mecanismo capaz de condensar información y convertirse en memoria (Lotman, Semiótica de la cultura, 1981).(3)
Las canciones seleccionadas van desgranando un presente de cliché romántico, de amor en pérdida, cuyo crescendo asciende y dibuja una variedad de formas de la pasión: se llora un amor que se dejó partir y mucho tiempo después en plena soledad, se le pide volver. Igual con el bolero y sus puras pérdidas, Un año de amor interpretado por Luz Benítez cantante mejicana, subsumido en la cooptación del tiempo . Se introduce un tema de Bola de Nieve, Ay amor,, cantante y pianista cubano, quien desliza la pérdida hacia la muerte.1
Un tango , Nada, en una versión muy clásica rodea las acciones de la mujer que limpia hasta que prepara una valija y la coloca cerrada entre el público. Entre los boleros con aire caribeño propio de los ´50, uno del Trío Los Panchos abre el camino al tercer personaje, la mujer que es un actor vestido como tal, se escucha Piel canela, su ritmo da lugar a un juego donde se sugiere entre risas y bailes que las tres amaron a un mismo hombre. Este juego suele extenderse hacia el público que también lo disfruta.
Aparece un gesto erótico entre dos mujeres, un esbozo entre pasión y soledad las acerca por el baile de un tango, Yuyo verde, pero se interrumpe por el ingreso y asombro de la tercera, algo del orden del deseo no reconocido se desplaza a su compás.
A partir de este momento la conversación se condensa hacia la terminación de la comida, que será ofrecida al público, invitados a los que se esperaba. Ambos , se suman a la comida y al baile final, una cumbia colombiana.
  1. Contextos de producción y circulación.
Según se dijo anteriormente la obra está realizada por este grupo de personas que vienen de la Expresión Corporal. Fue pensada para el espacio pequeño de la sala Pocha Ramos de la ciudad de Frías, Santiago del Estero. Esta situación es determinante en cuanto al público que concurrió a las puestas: estudiantes de secundarios y terciarios, profesores, gentes de pueblo en general. En cada lugar, otros pueblos del interior, dos capitales de provincias el público en general fue el mismo. Se apreció claramente en el Encuentro de Teatro Popular Latinoamericano en San Miguel de Tucumán.
Lo cual me lleva a pensar otra cuestión planteada por Lotman y de otra manera por Bajtin, del trato entre texto, lector, auditorio y tradición cultural, del lector consigo mismo, entre el texto y el contexto cultural. Acá, y sobre todo por tratarse de teatro, se produce una red de intersecciones que evidentemente transcodifican de manera múltiple la corporalidad y su decir. (4)
Lo desplegado como texto parece volverse un signo autónomo, que en su reacentuación axiológica, entonación evaluativa de voces, personalidades, contextos, produce un fuerte proceso de resignificación. Digo esto pensando que en la provincia de Santiago del Estero, aumentan las cifras de femicidios con relación al resto del país. De la misma manera en cuanto al índice de jóvenes mujeres raptadas para la trata de personas y que se distribuyen en burdeles, problemática frente a la cual el estado se muestra ausente o en claro déficit de políticas públicas.
El creciente ataque hacia las mujeres tanto en Argentina como en otros países de
Latinoamérica pondría de manifiesto la existencia de cierto rasgo de insoportabilidad. Paradójicamente algo de lo femenino, del orden de un real deviene intolerable en tanto que a su vez es creciente el protagonismo de las mujeres en el escenario político y social.
Para pensar en aquello que Lacan llama el goce femenino, viene en mi ayuda un artículo del blog de José Vidal, psicoanalista argentino, quien a propósito de la película de Kiorostami, Copia certificada, reflexiona acerca del momento en que una mujer visibiliza su pasaje a objeto de deseo. Cito: El rouge es emblema, símbolo, metáfora, pero sobre todo signo indicativo del demonio, del sexo, del erotismo, de lo ardiente, de lo audaz, del peligro, de la sangre, del abismo. Pintura de guerra, arma…” (5 )
Podría arriesgar a modo de interrogante que algo que ocurre en el núcleo espacio escénico-actores-publico lograría suspender y poner en foco algunos efectos degradantes hacia las mujeres. Ellas representan los caracteres de mayor descrédito social: son prostitutas, pobres, viejas, promiscuas. Pero sin que exista un hecho puntual que signaría de previsibilidad al proceso, el cotidiano transcurrir nos encuentra al final compartiendo una fiesta. El transcurso de la obra no anula la historicidad ni el tiempo suspendido del transcurrir teatral pero en este pasaje nos hemos visto algo más humanos.
Algo del orden del juzgamiento, de la distancia de la evaluación social ha caído.
Graciela Córdoba


Referencias bibliográficas:
Arán O., Pampa; Barei Silvia, Texto/memoria/cultura en el pensamiento de Iuri Lotman, Edit. de Extensión Universitaria de la UNC, Córdoba, Argentina, 2002.
Cucurto, Washington, La máquina de hacer paraguayitos, Mansalva Extensión Universitaria de la UBA, Buenos Aires, 2006.
Geirola, Gustavo, Teatralidad y experiencia política en América Latina, Gestos, Estados Unidos, 2000.
Geirola Gustavo y Lola Proaño, Antología del teatro latinoamericano 1950-2007, edición inteatro, Bs.As.,2010.
Malcún, Juan Carlos, Los muros y las puertas en el teatro de Víctor García, inteatro editorial, Bs.As., 2011.
Vidal, José, Rouge , publicado en http/lacanparaafuera.blog.spot.com/, 6 de enero de 2012.
Asesoramiento en Psicoanálisis: Lic. Ana Josefina Elías.


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LA ÚLTIMA MIRADA

Un día ella sacó una a una las cartas que guardaba sin abrir. Los sobres llevaban su nombre en la portada. En el lugar del remitente, aparecía un poco borrado, el apodo con el que la nombraban en la infancia. Ella, había tomado el coraje de leerse.




Analizarse es en cierto punto: leerse. Leerse, para así conocer la propia historia.
Si afirmamos con Lacan que el inconsciente es del orden de lo escrito y que puja permanentemente por expresarse; podríamos pensar que en el dispositivo analítico el inconsciente posee un eco y una resonancia tal, que exige ser leído en voz alta.
Bien, siguiendo esta orientación, Miller ha presentado al inconsciente, como aquel libro de tirada única en el que estaría el guión de nuestra vida o al menos su hilo conductor.1
La excelente metáfora, nos trae aquella frase de Lacan: “aquel que lee no está solo”. Es verdad, sin embargo hay que saber, que hay lecturas que resultan imposibles si no existe alguien que ofrezca las claves de la grafía jeroglífica en la que se presenta.
En este sentido, el analista está llamado a dar las leyes de ese lenguaje neurótico en el que la verdad de cada sujeto ha sido reprimida. Una represión que la obliga a disfrazarse, para poder seguir viviendo y ramificándose.
La lectura del inconsciente, nos recuerda entonces que: el autoanálisis no existe; y en segundo lugar, que si hay lector es porque hubo escritor.
Entonces, volviendo a la experiencia analítica podemos afirmar que se inicia con tres elementos: analizante-inconsciente-analista. Lugares en los que, si intentáramos ubicar al lector y al escritor, encontraríamos un doble juego. El ahora lector, el verdadero interesado en la lectura de las cartas, fue antes escritor sólo que no se reconoce en su escritura. Su inconsciente fue escrito por otro sujeto que si bien es parte de sí, es un sujeto que ocupó de a poco su lugar en determinados momentos. Un sujeto vacilante, que cada tanto le dice y hace cosas que lo sorprenden y lo desconciertan. El sujeto del inconsciente.
Tenemos entonces la figura del analizante, dividida; es lector y también escritor. Se lee a sí mismo pero parece no entender la propia letra. Mientras que la figura del analista ocupa el lugar del oyente, un oyente que dirige la lectura colocando la puntuación adecuada.
Ahora, cuando el libro se ha terminado, sólo quedan las marcas de las páginas que han hilvanado los momentos importantes del relato. Las puntuaciones diferentes han modificado la sintaxis y la narración se ha vuelto poema.
Sin embargo, también decía Miller que no basta con “leerse el libro”, habría que comérselo, saborearlo2. Indicación que señala que el orden pulsional no puede quedar afuera. 3
Entonces, cuando el cuento ha finalizado, el eco de la propia voz puede llamar a la última mirada. A esa mirada fatal y necesaria en la que se descubre el lugar vacío (y silencioso), del que venían los hilos conductores de la vida.
En ese instante, el lector ya no vacila. El sujeto que lo representaba (y que también lo estorbaba), ha sido desalojado. La marioneta ha caído a su lado.
Un cuerpo viviente ocupa su lugar y quiere una nueva vida. Una vida en la que, tal vez, pueda escribir sin jeroglíficos.

Adriana C. Congiu de Flaja
Mayo del 2013
1 Miller, Jacques-Alain: “Cartas a la Opinión Ilustrada”. Ed.
2 Miller, Jacques-Alain: “Cosas de Familia en el Inconsciente” en Revista Lapsus N° 3, Pág.41. Valencia, 1993.
3 Jacques Lacan en “Función y Campo de la Palabra en Psicoanálisis”, cita en un pie de página, al poeta Francis Ponge, recordando esa resonancia propia de las cosas vivas. La palabra que toma es réson que alude a razón y resonancia. Curiosamente la desinencia del vocablo: “on” en francés, es un pronombre; “ello”; por lo que deducimos que señala: lo real. 


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